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FIESTA Y 'CUMBRE' EN LA CRISIS

El Tercer Mundo presiona a los 'siete grandes'

JOSÉ A. SOROLLA / ENRIC GONZÁLEZ, La cumbre de 1989 de los siete grandes, que ayer comenzó en el bullicioso París del bicentenario de la Revolución Francesa, tiene un protagonista que no había sido invitado: el Sur. Desde que en 1975, EE UU, Japón, la República Federal de Alemania (RFA), Francia, el Reino Unido, Canadá e Italia tomaron la decisión de reunir anualmente a sus máximos dirigentes, el Tercer Mundo había contemplado estas conferencias desde la distancia y la impotencia. Este año, Venezuela, Brasil, la India, Egipto y Senegal han decidido aprovechar su presencia en París para pedir oficialmente la reapertura del diálogo Norte-Sur.

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Todo es tricolor

La cumbre de los ricos se abrió simbólicamente a las cinco de la tarde de ayer con una reunión de los jefes de Estado o de Gobierno, celebrada bajo la pirámide del Louvre, en la que se limitaron a confirmar las prioridades -deuda externa y medio ambiente- de las sesiones de trabajo de hoy y mañana, que se efectuarán en el Arco de La Défense.Aunque la cuestión del diálogo Norte-Sur no forma parte del temario, toda la jornada de ayer estuvo dominada por las reacciones a la propuesta de los cuatro países -Venezuela, India, Egipto y Senegal- que el jueves emitieron un comunicado conjunto, y a los que ayer se unió Brasil, en una carta del presidente José Sarney dirigida a su homólogo francés, François Mitterrand. Francia apoyó ayer la idea, aunque sin asegurar que la petición sería tratada en la cumbre.

En el comunicado, los cuatro países citados afirmaban que "el momento es propicio para iniciar un proceso de consultas regulares entre los países desarrollados y los países en desarrollo". Por ello, pedían que se organizara "una reunión en la cumbre, lo antes posible, para discutir las cuestiones económicas globales y de medio ambiente de interés mutuo".

Víctimas de la 'encerrona'

El mensaje era tan directo que la diplomacia francesa, que había colaborado indirectamente en el lanzamiento de la iniciativa, tuvo que restar urgencia al asunto para que los demás miembros del G-7 no se sintieran víctimas de una encerrona en París. El propio Mitterrand manifestó ayer, durante una entrevista televisada, que resultaría "difícil" que la cumbre se pronunciara sobre la propuesta de los países en desarrollo. Pero el presidente francés, que en la misma entrevista se llamó a sí mismo "abogado de los países pobres", afirmó estar dispuesto a defender la necesidad del diálogo Norte-Sur "ante los países más reticentes".

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Los más reticentes, Estados Unidos y el Reino Unido, expresaron inmediatamente su escaso entusiasmo por la reanudación de un diálogo que murió de inanición en 1982. "No hay que diluir los esfuerzos en curso y separarlos de lo ya hecho sobre la deuda y el medio ambiente", declaró el secretario de Estado norteamericano, James Baker. Tanto EE UU como el Reino Unido opinan que los foros internacionales ya establecidos son suficientes para debatir cualquier cuestión. En el comunicado de los cuatro se tenía en cuenta esta posición al subrayarse que tanto la ONU como las instituciones financieras internacionales serían puntualmente informadas del desarrollo de la hipotética cumbre Norte-Sur.

La propuesta centró también los numerosos contactos bilaterales -sólo en la jornada del jueves se efectuaron ya 24- que se celebran al margen de los actos oficiales. La primera ministra británica, Margaret Thatcher, ha recibido todo tipo de explicaciones sobre la reanudación del diálogo Norte-Sur en sus conversaciones con los presidentes de México, Uruguay, India y Egipto. El dirigente indio Rajiv Gandhi comentó, tras su entrevista con Thatcher, que la reacción británica ante la propuesta "no era negativa", a pesar de que la dama de hierro no ha efectuado ninguna declaración de apoyo.

El presidente de EE UU, George Bush, se reunió, a su vez con Oliver Tambo, presidente del Congreso Nacional Africano (ANC), principal organización que lucha contra el apartheid en Suráfrica. Tambo fue inesperadamente invitado a la cena de gala celebrada el jueves en el Museo de Orsay.

Dentro de los esfuerzos destinados a resolver el problema de la deuda, el primer ministro japonés, Suzuke Uno, conversó con el presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, mientras los expertos financieros mexicanos siguen reunidos en Nueva York con representantes del comité de bancos acreedores para alcanzar un acuerdo sobre la reducción del endeudamiento, al que podría llegarse, según se espera, antes de la clausura, el domingo, de la cumbre de París.

Ayuda financiera

Suzuke Uno parece destinado a jugar un papel clave en cualquier cuestión referida a una reducción de la deuda o a una hipotética reanudación del diálogo Norte-Sur por los enormes recursos económicos de su país. Japón ha previsto compensar su superávit comercial destinando más de 15 billones de pesetas a programas de ayuda a los países en desarrollo, lo que supone un eficaz so porte financiero para las relaciones entre ricos y pobres.

Al contrario que en las cumbres de años anteriores, las cuestiones económicas parecen prácticamente despejadas desde el principio. Los ministros de Finanzas del G-7, reunidos ayer en la nueva sede del Ministerio de Economía francés, elaboraron un borrador de comunicado que no incluye novedades respecto a los emitidos por ellos mismos y por la OCDE el pasado mes de abril.

Los ministros califican de positiva la situación económica internacional tras seis años de crecimiento ininterrumpido, dan por aceptables las actuales tasas de inflación (contra la opinión británica, que registra un 8% interanual) e insisten en el objetivo del aterrizaje suave (reducción del ritmo de crecimiento para evitar recalentamientos inflacionarios). El problema de la deuda no fue abordado por los ministros por considerarse que su resolución requiere un compromiso político.

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