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El barón Thyssen cede por un mes un Gauguin 'tahitiano' al Reina Sofía

"Volveremos a negociar sobre la colección cuando esté instalada en España"

El barón Heinrich Thyssen Bornemisza decidió que iba a comprarse un Gauguin de la época tahitiana, la más espectacular, pero no forzosamente la mejor, al ver nueve de estos cuadros legendarios colgados en un mismo salón de Villa Favorita, su residencia museo de Lugano, Suiza. El que compró, Mata-Mua, se exhibe desde ayer y hasta el mes de julio en el Centro Reina Sofía. Sobre la eventual permanencia de su colección en España, Thyssen dijo a este periódico: "Volveremos a negociar cuando los cuadros estén aquí".

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'Érase una vez

Thyssen se rindió ante Gauguin en Tahití gracias a los rusos. El propietario de la segunda colección privada de arte más importante del mundo organizó un intercambio con museos de la Unión Soviética, y éstos le prestaron, para exhibir en su casa de Lugano, los legendarios impresionistas coleccionados en su día por Soukine y que, salvo cuando fueron pintados, jamás habían sido vistos en Occidente.No mucho después, el barón se puso de acuerdo con su amigo el coleccionista Ortiz Patiño para comprar a medias Mata-Mua, una de las misteriosas utopías pintadas por Paul Gauguin en su primer viaje a Tahití, y hace unas semanas concurrió, por teléfono, a la subasta en la que Ortiz Patiño vendía su parte. Compró el cuadro por 22 millones de dólares (casi 2.800 millones de pesetas), aunque en realidad sólo tuvo que pagar la mitad pues la otra ya le pertenecía. "Ahora deberé portarme bien durante una temporada", dice Thyssen mientras enseña al visitante las obras que decoran su nueva casa de La Moraleja, en Madrid, inaugurada el viernes pasado con una fiesta privada a la que asistió el Rey.

Mata-Mua no es el único Gauguin de Thyssen. Ni siquiera es el único Gauguin de Thyssen en Madrid. Encima de la chimenea de su amplio despacho forrado de ventanales figura otro, pintado durante un viaje que Gauguin hizo a Martinica para reponerse de unos males contraídos cuando trabajaba en la construcción del Canal de Panamá, y que a la baronesa, la española Carmen Cervera, gusta más que el tahitiano. Al igual que a los especialistas en Gauguin, a Thyssen también le gusta más el periodo de Bretaña, aunque los precios de estos cuadros sean menores entre las cotizaciones del pintor.

Arte y respiración

Las casas de Thyssen repartidas por el mundo tienen la peculiaridad de cortar la respiración al visitante, no tanto por su eventual espectacularidad -la de Chester Square, en Londres, es igual que las de toda la plaza-, sino porque pocos museos del mundo pueden exhibir colecciones como las que Thyssen disfruta mientras toma el café. Su casa de Madrid, de aire oriental, está concebida a base de grandes espacios acentuados por ventanales. En los muros restantes, el barón muestra al visitante un Duffy, un Pisarro, un Monet, un Sisley, un Guillaumin, todos comprados hace relativamente poco tiempo, y al notar que se deja uno dice sin afectación: "Ah, sí, este es un Cézanne". Un bosque de Cézanne que es una de las joyas de su colección moderna.

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