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LA CRISIS CHINA

El miedo se apodera de Shanghai ante las detenciones

El miedo se ha apoderado de Shanghai. Ni siquiera aquellos que jamás han tenido algo que ver con las manifestaciones estudiantiles a favor de la democracia se atreven ahora a comentar al respecto. "En época de caza, lo mejor es mantener la boca cerrada", dice un joven obrero en tono jocoso, pero que expresa el drama del silencio a que se ha sometido la población. Se estima que los detenidos ascienden a muchos centenares de personas. Shanghai, donde el sábado se suspendió el transporte ferroviario para impedir que llegasen estudiantes de otros lugares de China ante los rumores de que se había convertido en el último bastión del movimiento democrático, ha sucumbido ante la presión de las detenciones.

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Los acusados de contrarrevolucionarios pueden enfrentarse incluso a una condena a muerte. "Los mismos que días atrás nos hablaban de cambios hoy nos esquivan y no quieren comentar nada", afirma Agurtzane Arzac, una de los tres estudiantes españoles que, a pesar de la desbandada de sus compañeros de curso, optaron por no abandonar Shanghai. "De las ansias de cambio se pasó a una tristeza infinita por una masacre que nadie esperaba, y de ahí al miedo", señala Txomin Ugarte. "De la ilusión se ha pasado a la depresión. No hay indignación, es resignación", añade Juan José Ibáñez, de 34 años, estudiante en Shanghai desde 1987 de medicina tradicional china. Los tres coinciden en que tras el asalto a Tiananmen "había una actitud de los chinos mucho más abierta hacia los extranjeros. Se les veía con miedo y con necesidad de apoyo".Arzac y Ugarte llegaron en medio de la revuelta para un curso de acupuntura de tres meses. Cuando, el miércoles pasado, abrumados por los acontecimientos, pidieron a los responsables del curso que les devolvieran su dinero, éstos respondieron que no podían porque el banco se había quedado sin divisas. Ibáñez quiso entonces sacar dólares y se encontró con que sólo le daban certificado, una moneda para extranjeros equivalente a los yuanes oficiales.

Oler los muertos

"Hemos olido los muertos sin verlos", señalan los tres españoles ya de nuevo en sus clases, como el escaso número de chinos y extranjeros que no han huido. Para ellos el día más tétrico fue el lunes 5. Desde que amaneció, el ambiente era muy raro. No había el más mínimo movimiento. Pronto se corrió el rumor de que sólo había comida en la ciudad para dos días, que Shanghai estaba acordonado y que los campesinos no podían entrar. Corrimos a comprar comida y en el mercado sólo había cuatro tomates. Para comprar patatas tuvimos que sufrir una larga cola. No había autobuses y las calles estaban desiertas".Los tres aseguran que no han abandonado China porque, a pesar de lo ocurrido, nunca tuvieron "sensación de peligro vital", y nadie les dijo que lo corrían. "Nuestra obsesión era organizarnos", dice Arzac, de 30 años. El consulado de la República Federal de Alemania les ofreció su apoyo, pero critican a la Embajada de España en Pekín por no haberse preocupado por ellos. "El jueves, cuando el pánico había inundado a la comunidad extranjera, que se abalanzó en masa al aeropuerto, llamamos a la embajada y en lugar de ayudarnos nos pidieron que localizáramos a un comerciante español que estaba en Shanghai".

El puerto fluvial y la ciudad industrial más importante de China han visto paralizadas muchas de las obras que construyen en conjunto con compañías extranjeras porque la desinformación sufrida tras la entrada de los tanques en Pekín pareció despertar el fantasma de la guerra civil en todo el país y provocó escapadas masivas. "Todos estábamos desinformados.

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El primer consulado en dar la orden de desalojo a sus ciudadanos fue el soviético, seguido por el húngaro. Los tres españoles lograron soslayar la crisis que consideran tan "inolvidable como incomprensible".

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