El Congreso de la URSS se niega a imponer el control militar sobre Uzbekistán
, El Congreso de los Diputados de la URSS se ha negado a refrendar la petición de las autoridades uzbekas para establecer un control militar en la región de Ferganá, asolada por unos enfrentamientos sobre cuyas dimensiones y orígenes reina la confusión en la capital soviética. La dirección uzbeka quería que Moscú se responsabilizara de una declaración de estado especial, que supone una mayor intervención del Ejército en la vida civil sin llegar a la ley marcial.
La situación en Ferganá fue explicada a puerta cerrada al Congreso el jueves por la noche por el ministro del Interior de la URSS, Vadim Bakatin. Por primera vez, la retrasmisión en directo de las sesiones fue interrumpida. Bakatin dijo que la situación era "seria" y propuso incrementar los efectivos del ministerio del Interior en la república, una petición que, según uno de los diputados, fue recibida con un murmullo de desaprobación en el Congreso.
El diputado manifestó que Gorbachov había dado, sin embargo, permiso al ministro de Defensa, Dimitri Yazov, para que incrementara la vigilancia de los objetivos militares, y que el resto de instituciones estaba bajo control de tropas del ministerio del Interior. El Congreso de los Diputados debía ser informado hoy de nuevo de las decisiones adoptadas por el Soviet Supremo de Uzbekistán y de la situación en la región, donde, según un general del Ejército y diputado, se llegaron a reforzar en 18.000 hombres los efectivos del ministerio del Interior.
La Prensa central soviética da versiones fragmentarias de los desórdenes de Uzbekistán, que habían causado por lo menos 77 muertos, 800 heridos, según los últimos datos disponibles, desde el 3 al 8 de junio en las localidades de Ferganá, Kokand y otras poblaciones (Margilan, Tashlak, Kuvasa) de la región de Ferganá, donde viven 2,1 millones de personas del total de 20 millones de habitantes de Uzbekistán. El problema se enfoca desde distintos ángulos, pero sin una definición clara. Por una parte, se tiende a explicarlo como el motín de un grupo de vándalos y, por otra, se sugiere una rebelión de más envergadura contra los representantes del poder central. En cualquier caso, el enfrentamiento nacional, que ha llevado a 10.000 turcos mesjetinos a buscar refugio en guarniciones militares, queda un tanto desdibujado.
En Moscú, altas fuentes soviéticas señalaban que las matanzas, en las que han intervenido miles de personas, son parte de una provocación preparada de antemano contra la política de reformas de Gorbachov. Desde hace por lo menos cuatro meses, señalaban las fuentes, las autoridades tenían conocimiento de la formación de arsenales. Mientras en Moscú se habla de enfrentamíentos entre uzbekos y tadjikos, la versión dada ayer por el diario Komsomotskaia Pravda se centraba en los ataques de los amotinados contra las fuerzas del orden público en la noche del 7 al 8 de junto en Kokland.
La multitud llegó a lanzar coches sin conductor contra los soldados que defendían la sección municipal del ministerio del Interior. Los soldados llevaban tres días sin dormir y sin comida caliente en el centro de la ciudad. Los atacantes no daban muestras de desfallecer y no eran desalentados ni por los tiros al aire ni por los helicópteros que volaban a baja altitud. En la estación de ferrocarril de Kokland los extremistas se apoderaron de tres locomotoras y amenazaron con incendiar su combustible. Entre las víctimas hay niños, mujeres y ancianos, y las autoridades de Kokand cedieron a la presión de los asaltantes armados y liberaron a unas 70 u 80 personas que habían sido detenidas por participar en los disturbios.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.