La 'cumbre' árabe rechaza el proyecto israelí de elecciones en los territorios ocupados
La cumbre de jefes de Estado árabes celebrada en Casablanca concluyó ayer sus trabajos con un llamamiento a la convocatoria de una conferencia internacional de paz sobre Oriente Próximo basada en las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de la ONU, lo que implica el reconocimiento -por primera vez en el marco de una conferencia árabe- del derecho de Israel a "vivir en paz dentro de fronteras seguras y reconocidas". La cumbre rechazó de plano el proyecto israelí de celebrar elecciones en los territorios ocupados y reafirmó que la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) es el "único representante del pueblo palestino". El comunicado final de la conferencia no mencionó la retirada de las tropas sirias de Líbano.
Tras casi cuatro días de trabajo y con 48 horas de retraso sobre el programa original, el monarca marroquí, Hassan II, dio por concluida la magna conferencia árabe de Casablanca a las 17.30 de ayer, hora española. El soberano anfitrión admitió que sus pares habían sostenido un "vivo diálogo", prueba, en su opinión, de la "buena salud del corazón árabe". Los jefes de Estado y las delegaciones llegaron al acto de clausura visiblemente fatigados por las sesiones maratonianas sostenidas en la tarde y la noche del jueves y en la madrugada de ayer, centradas en la crisis libanesa. En esas sesiones, el sirio Hafez el Asad y el iraquí Sadam Husein intercambiaron gruesos proyectiles verbales.Muammar el Gaddafi no asistió a la reunión final de la cumbre, quizá para hacer notar su disconformidad con sus resoluciones. En efecto, la conferencia de Casablanca ha significado no sólo una prueba de la capacidad de convocatoria de Hassan II y la readmisión de Egipto en la Liga Árabe, sino también un gran triunfo para Yasir Arafat y su actual ofensiva diplomática de paz. Los grandes del mundo árabe han dado el espaldarazo que Arafat deseaba a la política moderada y realista aprobada por el Consejo Nacional Palestino del pasado noviembre en Argel.
Pese a la firme resistencia de Siria y Libia, la cumbre ha concluido por aceptar explícitamente las resoluciones 242 y 338 de la ONU como base de la solución del conflicto de Oriente Próximo una exigencia tradicional de Estados Unidos para creer en las buenas intenciones de los árabes Nunca antes una cumbre árabe había ido tan lejos en la admisión de la inevitabilidad del Estado de Israel.
Al mismo tiempo, y tal como le había pedido la OLP, la reunión de Casablanca ha hecho oídos sordos al reciente plan de paz del primer ministro israelí, Isaac Shamir, consistente en la celebración de elecciones en los territorios ocupados por el Israel en 1967. Tales elecciones son rechazadas por todos los países árabes porque se desarrollarían bajo la ocupación militar y porque pretenden saltarse a la OLP y desactivar la intifada o revuelta popular palestina. La cumbre ha reiterado que la OLP es la única representante de su pueblo, y ha bendecido el Estado Palestino, proclamado hace siete meses en Argel.
Siria y Líbano
Mientras que en el problema palestino los árabes han adoptado una resolución "unánime", "clara" y "positiva", como les habían pedido Estados Unidos y la URSS, en el no menos enrevesado asunto de Líbano se han estancado casi por completo. La resolución final de la cumbre no cita la retirada de los 40.000 soldados sirios desplegados en las dos terceras partes del país de los cedros, en contra de los deseos de los cristianos maronitas, dirigidos por el general Michel Aoun. El caso libanés despertó tormentas en Casablanca y enfrentó a Siria, reacia por completo a renunciar a su hegemonía en Líbano, con Irak, Egipto y Jordania, que de un modo u otro calificaban de "extranjeras" las tropas de Damasco y deseaban su retirada total o parcial y su sustitución por una fuerza árabe.
Para impulsar la celebración de la conferencia internacional de paz sobre el problema de Tierra Santa y para intentar encontrar una fórmula para Líbano, la cumbre ha creado un comité integrado por Hassan II, el rey Fahd de Arabia Saudí y el presidente argelino, Chadli Benyedid.
Cuando en Casablanca se ensalzaban retóricamente la "hermandad", la "solidaridad" y la "reunificación" árabes, una tormenta de hierro, sangre y fuego se cernía sobre el cantón cristiano libanés.
Siria reforzó ayer con nuevos hombres y armas su dispositivo militar en el país de los cedros, en lo que en Beirut se interpretó como los preparativos de una gran ofensiva final contra el último reducto de los cristianos maronitas.
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