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42º FESTIVAL DE CANNES

Gregory Peck, Jane Fonda y Michelangelo Antonioni protagonizan el último día

, ENVIADO ESPECIAL, El escaso interés del filme brasileño Kuarup y el sueco Mujeres en el tejado, últimas películas de la competición, desplazó ayer la atención de cronistas e invitados hacia tres grandes personalidades del cine -Jane Fonda, Gregory Peck y Michelangelo Antonioni-, que asistirán esta noche a la sesión de clausura. Los dos primeros protagonizan Gringo Viejo, filme dirigido por el argentino Luis Puenzo, que será proyectado tras la entrega de los premios. Antonioni recibirá de manos de Yves Montand un caluroso homenaje de gratitud, al que se han adherido centenares de cineastas de todo el mundo.

Gringo viejo está inspirado en la novela del mexicano Carlos Fuentes. Cuenta la historia, basada en sucesos verídicos, de una institutriz norteamericana, Harriet Winslow, que a primeros de siglo, en los tumultuosos años de la revolución mexicana, se vio envuelta en una extraña relación con dos hombres.Uno de ellos era el general Tomás Arroyo, lugarteniente del jefe revolucionario Pancho Villa. Y el otro un viejo periodista compatriota suyo llamado Ambrose Bierce, individuo enigmático y de deslumbrante personalidad, hoy considerado uno de los supremos escritores de la literatura norteamericana de este siglo, y cuyas huellas se pierden para siempre en alguna esquina no identificada de aquel vendaval histórico.

La película fue producida por la propia Jane Fonda, que encarga al personaje de Harriet Winslow. Su proceso de elaboración fue lento y accidentado, a causa según parece de serias divergencias entre la actriz productora y el director en la confección y el montaje de algunas escenas. Gregory Peck interpreta al legendario Ambrose Bierce, cuyos geniales relatos compiten en intesidad con su propia vida, que fue borrada del mapa no se sabe a ciencia cierta, cómo, cuando, ni donde. El filme se enfrenta a los tormentosos días que vivieron sus protagonistas y que condujeron a esta triple incógnita.

Michelangelo Antonioni presentó ayer algunas de sus pequeñas obras documentales inéditas. El cineasta italiano, cuya obra es un punto sin retorno en el itinerario del cine moderno, recibió conmovido un apasionado recibimiento espontáneo.

Desquite sentimental

Una larga y penosa enfermedad le ha dejado prácticamente incapacitado para mantenerse en pie. Dos hombres corpulentos le ayudaban a caminar. Michelangelo Antonioni lloró. Apenas pudo pronunciar unas pocas palabras casi inaudibles. Era el desquite sentimental de un cineasta de talento insobornable, que fue menospreciado cuando su obra (después de alcanzar la plenitud de La aventura, La noche y El eclipse) desfalleció y este desfallecimiento le condujo a la marginalidad y finalmente al olvido, del que ahora, después de dos décadas, emerge.Michelangelo Antonioni tiene su silla de ruedas engrasada, un guión ya escrito y cuenta con financiación incondicional para poder rodarlo. Sólo queda por saber si sus fuerzas se lo permitirán. Da la impresión de qjue ha venido a vivir un torbellino como el de estos días en Cannes para ponerlas a prueba.

Por lo que respecta a las dos últimas películas de la competicíón hay poco que decir. La brasileña Kuarup, basada en la novela de Antonio Callado y dirigida por Ruy Guerra, es un descabellado proyecto, que ha costado alrededor de cuatro millones de dólares que no se notan por ningún lado y que han sido destinados a poner imágenes vulgares sobre un guión todavía más vulgar.

El filme sueco Mujeres sobre el tejado es obra de Carl-Gustaf Nykvist, hijo del famoso fotógrafo Sven Nykvist. Ciertamente la fotografia se parece en algunos aspectos a la de las obras de su padre. Pero la película en sí misma, aunque tiene hallazgos de imagen a veces muy interesantes, resulta una obra hermética y de cortos alcances. De esta manera la competición del Festival de Cannes se cierra con dos filmes sin ningún interés, lo que es un broche coherente para una selección donde ha abundado la medianía y no ha sido posible encontrar ninguna obra maestra.

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