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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El triunfo- reválida de Luis Aguirre

Desde 1970, Ibermúsica ha presentado en Madrid unas 70 orquestas sinfónicas procedentes de 17 países. Entre ellas, lógicamente, las formaciones del Reino Unido alcanzan una importante representación: todas las de Londres, la Sinfónica del Norte y la Nacional Escocesa y, ahora, la Sinfónica de Bournemouth. La historia de esta última es ya larga, pues comienza en 1893, bajo la dirección de Dan Gocifrey. Entre sus sucesores figuran maestros como Groves, Silvestri, Berglund, Cegal, Barshai y el actual, Andrew Litton.Era Litton quien debía haber dirigido en Madrid el primer concierto de los sinfónicos de Bournemouth; su presencia habría sido interesante pues se trata de una de las batutas jóvenes de América, que, en poco tiempo, se ha situado en un lugar bríllantísimo. No le falta espectacular brillantez al costarricense John Nelson. Es un conductor que no siempre extrae de los pentagramas toda su carga poética, ni siquiera colaborando con una tan alta música como la violonchelista soviética Natalia Gutman (Moscú, 1942), que hizo preciosidades en el concierto de Dvorak. Pero los aplausos llovieron también tempestuosos para Nelson después de su rutilante versión de las Danzas sinfiónicas, la últimaobra orquestal de Rasmaninof. La introducción y danza de La vida breve de Falla, excelentemente entendida, y la obertura de Beatriz y Benedicto, de B erfloz, rubricaron una tarde de triunfo.

Ciclo Orquestas del Mundo

Orquesta Sinfónica de Bournemouth. Directores: John Neison y Luis Aguirre. Solistas: Natalia Gutinan, violonchelista, y Oleg Kagan, violinista. Obras de Berhoz, Dvorak, Bramhs y Rasmanino. Auditorio Nacional, 25 y 26 de abril.

No fue menor, al día siguiente, el del director español Luis Aguirre (Madrid, 1950), un músico bien formado en Madrid, Londres e Indiana que posee una naturaleza tan poco divista que lo convierte en director-subterráneo. La parquedad de sus apariciones en público llama más la atención después de haber !ido asistentede López Cobos en la ONE, por elección mayoritaria de sus profesores. Tanto en la obertura de El corsario de Berlioz, como en la Novena sinfonía de Devorak, Aguirre consiguió versiones magníficamente meditadas, planteadas y resueltas.

En el dificil Concierto para violín de Brahms, el maestro español no logró resultados de igual nivel al colaborar con el violinista soviético Oleg Kagan (Ioujna Sahkhalinks, 1946), concertista que con todo y dominar la técnica más virtuosista, resulta más atractivo en los pasajes de más tenso lirismo. No era la actuación de Aguirre un debú; sí se trataba de una presentación de lujo y al frente de una orquesta de verdadera categoría en todas sus secciones con la que ha obtenido nuestro compatriota en el Reino Unido líaii'gra~nde~s éxitos como el de anteayer en el Auditorio Nacional. Comopropina escuchamos una cálida traducción de la más lírica Variación-enigma, de sir Edward Elgar. Luis Aguirre debe prodigarse con mayor asiduidad. Su concierto con los músicos de Bournemouth vale por una definitiva reválida.

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