A Hafez el Asad le gusta la historia
En la segunda parte de su artículo, el autor denuncia la tardanza de la diplomacia francesa en darse cuenta de las pretensiones sirias sobre Líbano. "A Hafez el Asad le vuelve loco la historia: recorre los siglos con soltura y pasa, no exento de perfidia, de las cruzadas a la ocupación francesa reciente". Después de analizar las consecuencias que para Francia supuso desarrollar una política palestina en la zona, Daniel esboza una serie de posibles soluciones para el conflicto libanés.
Antes y después de la invasión israelí, la política de Damasco con respecto a Francia (y especialmente con respecto a Françoise Mitterrand) era muy clara. Siria decidía que las huellas de una antigua solidaridad religiosa, las amistades nacidas al abrigo del protectorado o la francofonía de una mayoría de los libaneses podrían justificar que Francia defendiera sus intereses en Líbano. Pero además hacía falta que esta misma Francia respetara una historia más antigua: la de los "lazos íntimos e indefectibles" entre Siria y Líbano. Los dos países forman parte de un conjunto geográfico y geológico que además también abarca a Jordania y a Palestina entera, es decir, al Israel actual. Sin lugar a dudas, Líbano permaneció durante dos siglos (del siglo XI al XIII) bajo la soberanía feudal franca. Pero la historia de Líbano comienza con la unión de los drusos y de los maronitas contra los otomanos a finales del siglo XVI, y la imbricación con Siria se va a producir en primer lugar gracias a una victoria. sobre Damasco. A Hafez el Asad le vuelve loco la historia: recorre los siglos con soltura y pasa, no exento de perfidia, de las Cruzadas a la ocupación francesa reciente. En todo caso, Siria se considera garante del equilibrio de las comunidades. Cuando unos u otros amenazan dicho equilibrio, se abalanza (según la expresión del presidente) al socorro de los más débiles. Es su papel, su función y su privilegio, que no tiene intención de compartir con nadie. Los palestinos tuvieron la osadía de hacerse cargo del orden en Líbano: saben lo que han tenido que pagar por ello. ¿Cómo pudieron olvidar que el destino mismo de Haflez el Assad se halla vinculado a los problemas por los palestinos de la región? La primera crisis tuvo lugar en noviembre de 1969 entre el Ejército libanés del general Boustany y el comandante de la lucha armada palestina, Yasir Arafat. La segunda, en Jordania en 1970 (Septiembre Negro), durante, una guerra civil que se saldó con 30 millares de muertos. Hafez el Asad era entonces ministro sirio de Defensa. Las medidas, más que enérgicas, que tomó para aplastar la resistencia palestina en los tres países (Líbano, Jordania y Siria) fueron las que contribuyeron a convertirle desde marzo de 1971 en un presidente popular o, por decirlo de otro modo, respetado. Cuando a Francia se le metió en la cabeza desarrollar una política palestina y cuando un embajador francés en Beirut se convirtió en abogado de la independencia de esta resistencia, los mensajes de Damasco llegaron bastante deprisa. El embajador fue asesinado y los servicios secretos comenzaron a rasgarse las vestiduras. Hafez el Asad decía por teléfono a Françoise Mitterrand: "Sólo de usted y de mí depende que se defiendan nuestros respectivos intereses históricos en la región líbano-siria". Observen ustedes la calificación que se da al país.Consentimiento sirio
Parece que los franceses sólo comienzan a desarrollar una auténtica política siria después del principio del segundo septenato de Françoise Mitterrand. Entonces se dieron cuenta demasiado tarde (y se veían obligados a manifestar a destiempo esta nueva aproximación) que sólo se puede modificar la situación de Líbano con el consentimiento de los sirios, aunque dicho consentimiento se obtuviera en un clima de conflicto de intereses. Era evidente que Líbano había cambiado y que era preciso terminar con la dominación maronita. Además había que velar por el estatuto de los cristianos, de ahí la invitación que Mitterrand lanzó a Hafez el Asad hace tres semanas, con la salvedad de que, entretanto, la crisis institucional instaurada por la sucesión de Amin Gemayel (hermano de Bechir, el presidente asesinado, había producido dos Gobiernos: uno no podía rehusar a considerarse cristiano ni otro a negarse a ser prosirio). Hasta que el general Aún, primer ministro cristiano y militar, decidió bascular en la historia o en el vacío improvisando con una temeridad sin complejos un destino de liberador. ¿De qué se trataba? ¿Don Quijote o Bolívar? Mientras tanto había muertos, heridos, ruinas humeantes y éxodos. Corno siempre, los sirios se mostraban muy claros. La deposición del general Aún se convirtió en un mínimo estratégico y simbólico. Tratar con Aún como le pedían los franceses suponía para Asad aceptar el crimen de lesa soberanía y hacer componendas con un aliado de Irak. Este último hecho es muy importante, ya que hay que prepararse para ver cómo ahora Irak recupera su fuerza en la región, una vez liberado de la guerra contra Irán. Sirios e israelíes comparten en este punto los mismos alarmados pronósticos ; Por tanto, Hafez el Assad esta dispuesto a todo para deponer a Aún. ¿Podrían ser los cristianos las principales víctimas de ello? En efecto.
El Gobierno francés apeló a la conciencia universal, que por otra parte no ha respondido todavía, sólo cuando llegó a esta convicción. Como contrapartida, los sirios han puesto alerta a sus fieles y vasallos contra Francia e incluso contra su ayuda humanitaria. ¿Qué se puede obtener de Asad? Devolvamos ahora la palabra a Kissinger. El antiguo secretario de Estado considera que el presidente sirio es capaz de pensar en todos los aspectos de un problema político o militar, en todos salvo en uno sólo, el de las pérdidas humanas. La ambición y la enfermedad han hecho de él un hombre de Estado resuelto, para quien la muerte de los otros no es un problema.
Soluciones
Kissinger piensa que hay que elegir entre tres soluciones:
1. Salvar a los cristianos manteniendo la dominación de los maronitas y del general Aún. Para ello habría que enzarzarse en una guerra en la que los sirios tendrían de su parte a los musulmanes libaneses.
2. Salvar a los cristianos, abandonar a Aún y aceptar un compromiso institucional. Sería preciso que dos buques de guerra, uno americano y otro francés, llegaran hasta Beirut mientras se envía a Damasco un mensaje que anuncie que Aún está dispuesto a eclipsarse a condición de que las tropas sirias se retiren y de que los libaneses puedan negociar entre ellos la reforma de la Constitución.
3. Apoyar a Aún mientras los cristianos se diluyen en la muerte, el exilio o la servidumbre. Mientras tanto se pueden hacer en la ONU todas las declaraciones interncionales que se quiera. En cualquier caso, ni Estados Unidos ni la Unión Soviética deben mezclarse en el impasse libanés. Entonces se acusará a Francia de haber puesto a Occidente en situación de no poder mantener el tipo. Según este razonamiento, sería preferible ser acusado de no asistencia a los cristianos en peligro.
Pero todo esto no debe hacernos olvidar determinadas situaciones reales. Según mi punto de vista, el hecho de que la política francesa haya tardado demasiado tiempo en comprender las pretensiones históricas de Siria sobre Líbano no es motivo para que dichas pretensiones se justifiquen inmediatamente, cosa que, por otra parte, sucede. Aunque el general Aún pudiera aspirar a una legitimidad completa, a una representación de la mayoría de los libaneses o a la unanimidad de los cristianos, no se puede aceptar que se ahogue en sangre a los pueblos civiles. Aunque Francia trate de conducir a todos los protagonistas del drama libanés a una coexistencia pacífica, no puede aceptar que se dispare contra su Embajada y contra los suyos. Sé que tanto unos como otros son capaces de gran virtuosidad dialéctica para no hacer nada. Incluso son capaces de proponer soluciones militares que sabemos de antemano que carecen de realismo y que nadie las aceptará. A condición de que se preocupe más todavía por el apoyo de la Liga Árabe y de que proclame bien alto y que demuestre el carácter no religioso y no exclusivista de su solidaridad por poco que toda Europa se comprometa tras ella, Francia no tiene, que ruborizarse por lo que emprende ni inquietarse por los ladridos de ciertos mequetrefes que también son despreciados por los sirios.
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