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Margo Saint-James

Una militancia por los derechos profesionales de las prostitutas

"¿Que si es fácil hacer el amor sin amor ni atracción, sólo por dinero, con una diversidad de hombres a los que no se conoce? Si existen malos tratos, no es nada fácil, pero cuando hay respeto la prostituta cumple con su trabajo como otro profesional cualquiera", dice Margo Saint-James, presidenta del Comité Internacional Pro Derechos de las Prostitutas. Nacida hace 52 años en San Francisco (Estados Unidos), ciudad en la que ejerció la prostitución durante su juventud, dedica ahora su vida a la defensa de los derechos de quienes desempeñan el oficio más antiguo del mundo y se gana el sustento como asistenta de hogar y haciendo pequeños trabajos de albañilería.

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El oficio más antiguo, ante el SIDA

Desde hace tres años reside en un pueblecito cercano a Montpellier, en el sur de Francia, y se considera una expatriada voluntaria "por no estar de acuerdo con la represora política norteamericana contra la prostitución". Afirma que en muy pocos lugares del mundo las prostitutas tienen reconocidos un mínimo de derechos del que debe gozar cualquier trabajador. "Sólo en países como la República Federal de Alemania, Holanda o Suiza existen unas garantías sanitarias y legales, pero, por ejemplo, no hay derecho a una pensión de vejez ni al subsidio de desempleo", explica.Margo Saint-James, que ha viajado a Madrid para asistir a unas jornadas sobre Prostitución y SIDA, afirma que el temor a esta enfermedad sólo redujo la clientela en un primer momento, y asegura que la mayoría de las prostitutas empiezan a adoptar el máximo de medidas higiénico-sanitarias. "Tenemos más miedo a ser contagiadas que a contagiar, pues el usuario se niega a utilizar el preservativo, que es la primera actitud preventiva que hay que tornar".

El hecho de que actualmente no ejerza no se debe a la edad, sino a su militancia política, "pues, aunque en Estados Unidos se prefiere a la prostituta joven, en Europa hay bastante demanda de mujeres maduras". Jamás se ha arrepentido de haber desempeñado el llamado, tal vez erróneamente, oficio más antiguo del mundo, "ya que siempre me he sentido aceptada por mi familia y por las personas en general".

"Cuando empecé, a los 25 años", explica, "mi padre me retiró la palabra durante un tiempo, pero los demás lo entendieron desde el principio. Incluso una hermana que tengo, católica practicante, me acepta y dice que Jesucristo siempre defendió a las prostitutas".

Soltera, madre de un hijo de 34 años y abuela de tres nietos, con un rostro limpio de maquillaje y unas manos marchitas que delatan su dedicación a ingratos menesteres manuales esta ex prostituta cuenta que se inició en el oficio accidentalmente: "Yo trabajaba como camarera en un bar de San Francisco y un policía me acusó de ejercer la prostitución, algo que no era cierto. Durante un año mantuve un proceso legal que finalmente gané, pero casi sin darme cuenta me fui adentrando en ese mundo".

Como buena conocedora de los hombres, tiene del llamado sexo fuerte un concepto positivo y negativo al tiempo. "Los hombres necesitan a las mujeres y nosotras también a ellos, pero veo que los hombres son los responsables de muchos de las grandes males del mundo, como la guerra, el desastre ecológico y la insolidaridad", dice.

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