Ni coplas ni teatro
Los que tienen memoria y supervivencia dicen que María de la O, estrenada en Madrid el 12 de julio de 1936, fue un horror. Otros acontecimientos simultáneos o inmediatos -los asesinatos del teniente Castillo y de Calvo Sotelo, la guerra civil de cinco días después- hicieron que ese horror se diluyera. El mismo año había salido una película con el mismo título -de Francisco Elías, con Pastora Imperio y Carmen Amaya-; aún hubo un remake de Ramón Torrado en 1957, con Lola Flores.Todo venía de la popularísima canción de un poeta excelente; Rafael de León, con música, del maestro Quiroga. Y de todo un ramillete de canciones de estos autores, a veces en colaboración con otros letristas -Ochaita, Duyos, Valerio, Valverde, Quintero...- que dejaron una profunda huella sentimental y erótica en los jovencitos de la posguerra, que alimentaron los "espectáculos fólclóricos" -que se llamaron- que llenaban los teatros con grandes canzonetistas -ninguno tan grande como había sido Miguel de Molina.
María de la O
De Rafael de León, Salvador Valverde y el maestro Quiroga (1936). Arreglo de Luis Gaspar y del maestro Pedro Luis Domingo. Intérpretes: Berta Labarga, María Salinas, Miguel Ariza, Toni Valento, Alberto Magallares, Liz Ureta, Elena Arnau, Antonio Inchausti, Pedro Pablo Juárez, Elivira Travesí, Miguel de Grandy, Grankie Huesca, Paco Cecilio, José María Barbero, Antonio Medina y Silvía Pantoja. Escenografía y vestuario de Miguel Manzanet. Dirección: Joaquín Vida. Estreno en el teatro Albéniz. 28 de marzo.
Rafael de León, que escribió esta comedia con Valverde, está muy por encima como poeta -en canciones y en libros- que como autor de teatro. Las comedias andaluzas sin canciones estuvieron también de moda, y un autor cómico, Ramos de Castro, tuvo que hacer una original y graciosa parodia (Pare usted la jaca, amigo).
Parodia
Fuese lo que fuese aquella comedia y las españoladas del cine y el teatro llamado andaluz, es dificil imaginar que excedieran en horror a esta adaptación de la primitiva María de la O hecha por Luis Gaspar con la dirección de Joaquín Vida, que a veces tiene la buena intención de llevarla a la parodia para ver si así salva algo. Su sistema de parodia no es sólo el de ridiculizar algunos fragmentos y algunos monólogos, sino el de fingir que es una compañía mala la que la hace, a la quese le escapan errores.No tenía que hacer demasiado esfuerzo: algunas personas creyeron que eran errores de verdad, y eso les dio más risa que el efecto. Otra buena intención, la mejor, es la de sustituir gran parte del texto por las canciones del gran repertorio de León y Quiroga. Pero el infierno está empedrado de buenas intenciones, y la encomienda de Silvia Pantoja de que sea ella quien las cante hace lamentar oírlas.
Es una muchacha muy joven, con un cuerpo serrano -como se decía entonces-, pero que tiene sin hacer el estilo y la voz: la que tiene se la estropea el sistema sonoro y las malas condiciones acústicas del teatro Albéniz, la grabación de la música de fondo que le obliga a seguir una pauta rígida sin el espacio personal con que las canzonetistas pueden añadir su gracia. Y los llamados arreglos, que deberían considerarse como estropicios, hechos por el maestro Pedro Luis Domingo.
Todas estas mismas cruces sufre la canzonetista y cantaora María Salinas y, sin embargo, sale adelante: canta. Pero la dejan muy poquito. Todo es para la estrella. Que hubiera podido defenderse como comediante, en el papel hablado, pero tampoco está dotada.
Así transcurrió esta historia. Parece que hay alguna necesidad en Madrid del regreso -y hasta de la innovación- de ese antiguo y excelente repertorio; pero no en estas condiciones. El público amistoso aplaudió y jaleó, no sin algunas protestas -vivas a la Piquer y a Juanita Reina- que se formalizaron al final con gritos de "¡Fuera!" y algunas indignaciones individuales entre las ovaciones de la mayoría.
Babelia
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