Historia breve de Andalucía

Távora ha inventado un nuevo espectáculo andaluz. Es una nueva máquina. Un palo alto articulado, con chorritos de agua, movimiento giratorio, plataforma, inclinaciones: puede ser árbol o cruz; puede ser horca o instrumento de tortura. Colocado en el centro del escenario, lo parte en dos, como un eje de simetría; como sí una mitad del espectáculo se reflejase en la otra. Cuenta, al parecer, la historia de Andalucía; llegaron romanos, fenicios o cartagineses y construyeron, dieron estructura, alegraron Andalucía. Llegaron los moros, y todo fue maravilloso. Se creó la poesía, el agua, el amor. Pero llegaron los castellanos, con la cruz alzada, y todo comenzó a ser una ruina y un desastre. Desde el exilio y escarnio de Al Motamid, poeta y matemático, hasta, más recientes, las muertes de Blas Infante y de García Lorca, causadas desde luego por las mismas manos, o por su herencia. De aquí la reivindicación de país: "Andalucía es un país que limita al norte con Castilla y Levante, al este..." Y los símbolos: la alhucema que da título al espectáculo -el espliego, de martirio y de aroma-, el caballo -hay dos en escena, con muy buena monta, que bailan y circundan la máquina; bonitos, carnales, elegantes-, las mocitas que corean -no han llegado a más- y la cantada. paloma herida, de pecho abierto, en lo alto del almendro. Todo está hecho con una intención intelectual, culta y estética; pero Andalucía la tiene tan de verdad, tan profunda -tan jonda- en sus poetas y en el cantar de su pueblo, que lo inventado para un espectáculo se queda corto. Hay buenos cantes de Concha Távora y Manuel Vera, bailaor correcto, un número de trapecic, inútil, y no excesiva invención. Salvador Távora parece hombre de un solo espectáculo y repite mucho, año tras año, las mismas maneras. Para los extranjeros, en los festivales sobre todo, esta Andalucía que no abandona ni uno solo de los tópicos pero que los cuida, los modera, los organiza y los presenta con una, estética de espectáculo bien terminado, puede ser algo extraordin ario, y está bien que lleve su mensaje de¡ país humillado y empobrecido, que apenas sale de su postración. Aquí no da suficientemente de sí, aunque sea uno de los mejores espectáculos que se pueden ver hoy en Madrid.Los cantaores fueron jaleados desde el público, muchas veces aplaudidos; saludaron, con Salvador Távora y con algunos de los constructores del espectáculo, como el del dispositivo escénico y el de la doma de caballos.