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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nuevas ideas sobre la deuda

LAS PROPUESTAS del director general del Fondo Monetario Internacional (FMI), Michel Camdessus, sobre la deuda tienen el mérito de abrir nuevas perspectivas a un viejo problema que amenaza seriamente el equilibrio económico del mundo. Estas declaraciones siguen a las propuestas del secretario del Tesoro norteamericano, Nicholas Brady, propugnando un enfoque más favorable a los países deudores como medio de avanzar seriamente en la solución del problema.Las propuestas del director general del FMI se basan esencialmente en una reducción sustancial de la deuda (hasta el 50%), acompañada de una garantía plena sobre el resto. De esta manera, los bancos tendrían que optar entre mantener en sus carteras una deuda de incierto cobro por su valor nominal o admitir su reducción a cambio de unos títulos plenamente garantizados. La idea es sencilla, pero su aplicación, de llevarse a cabo, sería bastante compleja.

Una primera cuestión es la de quiénes van a pagar el coste de la operación: para un banco privado, reducir a la mitad el valor de una deuda equivale a reconocer una pérdida por el valor anulado. Para los bancos europeos, que como regla general han constituido reservas suficientes para el impago de la deuda del Tercer Mundo, el problema es menor que para los bancos norteamericanos y japoneses, que apenas han provisionado esta deuda. A esta cuestión hay que añadir el tratamiento fiscal de estas provisiones: la mayor parte de las legislaciones occidentales han admitido su carácter deducible, por lo que al final serán los accionistas de los bancos y los contribuyentes en general, con participaciones variables, quienes pagarán la factura.

El problema no termina ahí, ya que para que el nuevo plan funcione alguien tiene que garantizar la deuda restante. En principio, para hacer frente a esta eventualidad, el director general del FMI propondrá dentro de unos días un aumento sustancial de las cuotas de cada Estado en el capital de esta institución. El aumento, sin embargo, plantea problemas importantes, pues se pretende modificar la relación de fuerzas dentro del FMI a favor de Japón, cuya cuota actual se sitúa por debajo de la de Francia, Alemania Occidental y el Reino Unido.

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Visto desde el lado de los deudores, este nuevo enfoque tiene, en principio, la ventaja de aliviar una carga que poco a poco se ha hecho insoportable. Los dos últimos años han sido bastante negativos para América Latina: un 2,5% y un 0,7% de crecimiento, con una inflación media del 175% y el 372%, respectivamente. Como la población sigue creciendo a un ritmo acelerado, esas tasas de crecimiento implican, en realidad, un descenso del nivel de vida de la población. Y así, las posibilidades de un fuerte aumento de las tensiones sociales son bastante elevadas. Tal temor ha desempeñado, sin duda, un papel importante en la nueva manera de pensar del Tesoro norteamericano.

Queda en pie la cuestión de las reformas internas que cada país debe promover para poder integrarse en el programa. En muchos de estos países, la austeridad ha significado casi exclusivamente sacrificios para los más necesitados, mientras las oligarquías locales exportaban tranquilamente todo el capital que les venía en gana. Si los nuevos fondos que van a recibir los países deudores proceden esencialmente de los impuestos pagados en los países acreedores, habrá que arbitrar algún procedimiento para que ese dinero se invierta en proyectos rentables para toda la población. El FMI puede discutir la racionalidad económica de las decisiones, pero este otro aspecto de la cuestión es más amplio y, al mismo tiempo, más difícil. La consolidación de la democracia en esos países es un buen argumento para su discusión.

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