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ELECCIONES Y GUERRA CIVIL

'El día que vivimos peligrosamente'

Antonio Caño

"Yo me estaba preparando mentalmente para la muerte", recuerda el fotógrafo de la revista norteamericana Newsweek, Bill Gentile, que acompañaba al camarógrafo holandés, Cornell Lagrow, cuando éste cayó muerto en un combate el domingo en un remoto poblado del interior de El Salvador, donde 11 periodistas han perdido la vida desde el comienzo de la guerra en 1980.Bill recuerda que Cornell intentó pronunciar algunas palabras después de recibir Ja bala que le partió un pulmón, pero le faltaron las fuerzas. Ayudado por la esposa de la víctima, que trabajaba como técnico de sonido en el mismo equipo de la televisión holandesa, Bill introdujo a Cornell en el coche en el que habían llegado hasta la localidad de San Francisco Javier.

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El pueblo estaba tomado por el FMLN desde la madrugada y los periodistas entrevistaron a los guerrilleros sin presenciar el drama. A las 10.30 horas llegaron tropas del ejército con apoyo de helicópteros. Apenas unos minutos después del inicio del tiroteo una bala interrumpió bruscamente la filmación de Cornell.

Desesperadamente, los penodistas intentaron regresar a San Salvador con su colega mortalmente herido. Otro vehículo con reporteros salió por delante para avisar a una ambulacia. De repente, uno de los helicópteros orientó sus ametralladoras hasta el segundo vehículo, que intentó sortear las balas durante 20 minutos. Ante el sorprendente acoso, los periodistas abandonaron el coche con Cornell, ya cadáver, e intentaron buscar refugio, arrastrándose, en la choza de un campesino. Creían que eran los últimos momentos de sus vidas.

Desaparición de la muerte

De forma tan inexplicable como había llegado, el helicóptero desapareció y los aterrorizados reporteros consiguieron llegar hasta el lugar en el que esperaba la ambulancia, que trasladó el cadáver de Cornell a un depósito de cadáveres de San Salvador, muy lejos de su tierra de tulipanes.

El jefe del Estado Mayor del Ejército, coronel René Emilio Ponce, explicó a una comisión de corresponsales que el piloto del helicóptero creyó que los periodistas trataban de evacuar a un guerrillero herido en combate. Ponce pidió disculpas por la muerte de Cornell y por la de los dos periodistas salvadoreños, Roberto Navas y Mauricio Pineda, también asesinados el domingo por soldados que integraban controles militares.

El jefe del Estado Mayor informó que se encuentra bajo arresto el soldado que disparó contra Pineda y que serán investigados los demás casos. Para el Ejército salvadoreño la muerte de estos tres periodistas es un lamentable percance del oficio.

A las 6.00 horas varias decenas de periodistas estaban listos ayer de nuevo en la puerta del hotel Camino Real para viajar hasta Chalatenango o Usulután en busca de la primicia, de la noticia sensacional, de la información a la que rinden culto... ¿De la muerte?.

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