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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Malos presagios

CON LA salida de las últimas tropas soviéticas de Afganistán concluye una lamentable ocupación que durante 10 años ha costado terribles sufrimientos al pueblo de ese país y, a la postre, ha sido nefasta para la propia Unión Soviética. Se cierra así un capítulo más de la historia de uno de los países más atribulados del globo. Pero el futuro no puede ser más incierto. No parece que el régimen comunista dejado atrás por los soviéticos -a pesar de las afirmaciones de sus dirigentes- tenga posibilidades de mantenerse mucho tiempo en el poder. Pocos confían en que la fuerza de choque recién creada pueda garantizar su continuidad.En el bando opuesto no han desaparecido las tendencias disgregadoras que siempre han caracterizado a las guerrillas afganas, una realidad que no hace sino reflejar la historia y la estructura económico-social y cultural de Afganistán. Lo muestra a las claras el hecho de que, tras el consenso acordado para la composición de una asamblea tribal (Shura) y de un futuro Gobierno de transición, la primera sesión de aquélla fuese suspendida el viernes, apenas una hora después de comenzada, por diferencias sobre su composición, y una nueva convocatoria ha sido pospuesta indefinidamente. La fe musulmana y los tradicionales lazos tribales han demostrado tener una fuerza infinitamente superior entre la población afgana que las ideas postuladas por la UR SS y por el régimen que los soviéticos mantuvieron en Kabul. El hecho de que la resistencia haya carecido de un ideal y de un programa político común, de que haya basado su capacidad de cohesión exclusivamente en el islamismo y en estructuras sociales arcaicas, hace aún más significativo en la agitada fase actual el riesgo de una libanización.

Para Gorbachov, la retirada de Afganistán no tiene sólo aspectos negativos. Ha sabido convertirla, incluso antes de su realización práctica, en pieza decisiva de su nueva política internacional, y concretamente de sus relaciones con Occidente. Sin esa retirada -primero como firme compromiso, luego como realidad- no habría podido nacer el clima de confianza -entre Washington y Moscú, ni se habrían concretado muchos de los acuerdos que han marcado la vida internacional en los últimos tiempos. La invasión de Afganistán fue considerada en su día como prueba evidente de que la URS S, siguiendo las huellas del zarismo, proyectaba extender sus operaciones expansionistas hacia otras zonas, y concretamente hacia los mares calientes del golfo Pérsico. Por eso mismo, la actual retirada aporta una confirmación fundamental de que la política del la URS S ha entrado en una etapa nueva. Una orientación determinada en gran medida por el imperativo de reducir gastos militares para potenciar la producción civil. La retirada de Afganistán está ayudando también a Gorbachov a dinamizar su política asiática, de la que serán hitos importantes la cumbre soviético-china fijada para el 15 de mayo y la perspectiva de una solución, este mismo año, del conflicto camboyano.

En el plano de la política interior, las repercusiones de la retirada de Afganistán deben ser asimismo favorables para Gorbachov. La mayoría de la población deseaba la conclusión de una guerra que ha causado numerosas bajas entre sus soldados. Un sentimiento que prevalecerá, sin duda, sobre la acusación de los conservadores de que la decisión de Gorbachov ha provocado la humillación de la URSS. Por otra parte, el fin de la aventura en Afganistán -junto con las recientes iniciativas de reducciones unilaterales de armas convencionales- indica que el estamento militar se ha visto obligado a aceptar el nuevo curso político marcado. No ha sido una evolución fácil, ya que la etapa de Breznev se caracterizó por el dominio del militarismo en la esfera económica y también en el resto del sistema de poder. Imponer esta nueva política en el ejército ha supuesto numerosos cambios en la cúpula, y hoy casi no queda ningún mando importante de la época anterior. Es un aspecto de la política de la URSS que no se puede subestimar.

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