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Castro: "Ahora me invitan"

El líder cubano se abre hacia Latinoamérica con una política conciliadora

Fidel Castro, polémico invitado a la investidura del nuevo presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, se abre hacia América Latina con una política conciliadora que discurre paralela al establecimiento en el hemisferio de sistemas pluralistas y Gobiernos de corte liberal con mayor margen de actuación política respecto a Estados Unidos. "Antes no me invitaban y ahora me invitan", declaró recientemente el líder cubano.

Sabedor, y probablemente encantado, del disgusto que su reciente asistencia a la proclamación presidencial de Rodrigo llorja (en Ecuador) y Carlos Safirias de Gortari (en México), provocó en la Administración norteamericana, Castro ha estudiado cuidadosamente el viaje a Caracas, ciudad con mayor número (le exillados cubanos después de Miami y oficialmente "plaza peligrosa".El verdadero reasentamiento del gobernante cubano en América Latina, tras un largo y forzoso período de aislamiento de su propio entorno histórico y geográfico, se inicia en abril de 1982 mientras una poderosa flota de la Marina de Guerra británica surca apresuradamente el Atlántico rumbo a las islas Malvinas. Fidel Castro efectuó entonces un inesperado ofrecimiento a la Junta Militar argentina en el poder: 2.500 soldados cubanos para combatir las tropas enviadas por Londres con la misión de reconquistar el, archipiélago.

La propuesta, poco conocida, sorprendió al general Jorge Videla, presidente de la Junta, y al conserva.dor estamento rnilitar argentino, pero cimentó las bases de unas estables relaciones que culminaron en 1986 con una visita de Raúl Alfonsín a la isla caribeña.

La arriargura y el resentimiento hacia Washington que generó en no pocas conciencias latinoamericanas la activa solidaridad de EE U U con el Reino Unido en aquella contienda, fue aprovechada por Castro para desplegar en el Continente la bandera de la integración latinoamericana y fomentar las diferencias entre el país más desarrollado del mundo y las naciones de la región.

Con un mensaje moderado, muy distante de la apasionada proclama revolucionaria y proselitista que en la década de los sesenta inspiró las virulentas y abortadas guerrillas latinoamericanas, Fidel Castro resquebrajó el bloqueo diplomático promovido por Estados Unidos. Con la promesa también de no empujar la revolución extramuros, reanudó relaciones diplomáticas con una parte de los países que en 1962, excepto Mexico, expulsaron a Cuba de la Organización de Estados Americanos (OEA) por "incompatibilidad con el sistema interamericano".

Entre 1982 y 1988, tras un dis creto proceso negociador Brasil Uruguay y Bolivia abrieron representaciones diplomáticas en la capital cubana, y se sumaron a Nicaragua, Perú, Panamá, Argentina, Venezuela y Ecuador.

El explícito apoyo cubano a los movimientos guerrilleros de Guatemala o El Salvador, las sospechas de que La Habana colabora logísticamente con el M-19 y otros grupos armados de Colombia, la situación geopolítica de Honduras, Republica Dominicana o Costa Rica, en la órbita norteamericana, o simplemente una posición de rechazo a la amenaza comunista explican la ausencia de estos países en el grupo de naciones que consideraron conveniente restablecer los nexos con Cuba.

Mientras, Castro parece dispuesto a proseguir su periplo viajero, consciente de que su figura despierta todavía interés y curiosidad en amplios sectores sociales de América Latina y en la confianza de que los graves problemas que acosan a la región, fundamentalmente económicos, aviven sus tesis integradoras.

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