Chino bueno, chino malo
El bueno, claro está, era el juez Ti. El malo, Fu-Manchú. En el juego esquemático de virtudes raciales, el primero se quedaba con la agudeza, la parsimonia de pensamiento y el equilibrio espiritual que siempre proporciona la mística oriental. Fu-Manchú acaparaba los defectos: cruel y taimado, era el más vivo retrato de la maldad. Mejor, sin duda, quedarse con el personaje de Van Gulik.Pero China, además de esos esquematismos culturales, soportaba toda la carga de país comunista de Occidente en general, y España en particular, desconoce la literatura policiaca de los países del Este o de Cuba. Semionov o Chavarría han logrado una interesante amalgama de policiaco-espionaje muy querido en Occidente y que sólo tropieza para su comercialización con la inversión de papeles de buenos y malos y la cerrazón editorial de esos países. Sin embargo, los aficionados al género saben ya desde hace muchos años el interés por la novela policiaca y el cine del mismo género en los países comunistas.
China se incorpora más tarde. Deng transformó el comunismo chino, abrió boutiques, cedió cámaras a Bertolucci, extendió el bridge y ahora, a lo que se ve, llena estantes con policiacos. Conste, sin embargo, que esta normalización es tanto hacia los países capitalistas como hacia los comunistas. En Leningrado, hace muchos años que ya leían a la Christie, y los de Matanzas, ha tiempo que escriben sensatos remedos de Chandler.
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