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Excelente acogida en Ginebra de 'La hora española" en versión de Marsillach

La hora española, ópera corta de Maurice Ravel, que ha dirigido en Ginebra Adolfo Marsillach, que ha sido muy bien acogida por el público del estreno -habitualmente frío- que llenaba el Gran Teatro. Al finalizar la representación, Marsillach recibió con bravos comedidos y prolongados aplausos el éxito de su primer trabajo en el ámbito de la ópera.Con un gran cartel de "Visite España", Marsillach enmarca su broma, su ironía acerca del tópico español siguiendo el guiño que Ravel quiso hacer al componer esta historia de vodevil en 1907 -reírse de la visión que otros músicos tenían de lo español-.

Para ello ha confeccionado una españolada in extremis e intemporal, con aire de obrita corta, intrascendente y graciosa, más cercana, según Marsillach, a la comedia musical que a la ópera.

La escenografía y el vestuario dé Carlos Cytryriovski -director técnico de la compañía española de teatro clásico que dirige Marsillach- refuerzan esa ironía, esa burla del tópico al presentar una España gris que le gustaría ser de pandereta. El decorado representa las torres de Toledo, pero en los relojes salta la imagen de Leonor, la protagonista, a quien a su vez le gustaría ser Carmen. Los relojes, que inundan el taller del relojero, son cuernos, Tío Pepe o una Virgen con bata de cola.

La acción escénica sigue un ritmo distinto al de las óperas y que no parece en absoluto molestar la buena dicción de los cantantes ni la calidad de sus voces, quizá "seducidos por la interpretación", como les pidió Marsillach, o quizá, según él mismo dice, "porque la partitura así lo permite". En cualquier caso, en la obra de Ravel Adolfo Marsillach consigue el equilibrio expresivo entre la parte lírica y la dramática.

En el espectáculo se incluye también otra ópera-ballet de Ravel, El niño y los sortilegios, concebida como fantasía lírica en 1925, con texto de Colette. Oscar Araiz ha sido el coreógrafo y director de escena del espectáculo, convirtiendo la ópera en un espectáculo de ballet, con fondo de voz, que permite la libertad total del movimiento y quita la dificultad de montaje que hizo de esta pieza un raro acontecimiento.

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