Diálogo en Marraquech
EL REY Hassan II de Marruecos ha celebrado en los últimos días dos entrevistas con una delegación del Frente Polisario encabezada por su número dos, Bechir Mustafá Sayed, responsable de las relaciones exteriores. Es un acontecimiento que nadie, se hubiese atrevido a pronosticar hasta una fecha reciente y que indica unos progresos sustanciales en la escena pública -y probablemente más aún en negociaciones secretas- en la realización del plan de la ONU para poner fin al conflicto del Sáhara occidental. Desde que, en agosto de 1988, el proyecto de Pérez de Cuéllar para organizar en ese territorio un referéndum de autodeterminación obtuvo la aprobación, tanto del Gobierno marroquí como del Frente Polisario, se había creado una situación contradictoria: las dos pares coincidían en lo fundamental -la necesidad del -referéndum-, pero a la vez no podían establecer enre sí una comunicación directa para preparar las condiciones que exigía la consulta.El obstáculo no era simplemente formal. Marruecos se ha negado sistemáticamente, desde- el momeno en que estableció -después de la marcha verde- su administración en gran parte del Sáhara, a reconocer al Frente Pofisario como un movimiento con peronalidad propia. Calificaba a sus dirigentes de mercenarios de Argelia y se negaba a cualquier contacto oficial. La irrealidad de esta posición se ha puesto de elieve a lo largo de los años. A pesar de unos éxitos lilitares indudables, Marruecos se ha encontrado
con una creciente influencia del Polisario en el escenario internacional. Su máximo líder, Abdelaziz, fue incluso nombrado vicepresidente de la Organización de Unidad Africana (OUA), lo que provocó la retirada de dicha organización del Gobierno de Rabat. La ONU y la OUA han insistido en todas sus reuniones en la demanda de un referéndum para decidir la suerte del territorio, y de una negociación entre las dos partes para prepararlo. En la actual fase de distensión, cuando otros conflictos tienden a resolverse, se hacía más fuerte la presión internacional en favor de un nuevo giro en la situación del Sáhara.El rey Hassan II, altomar la iniciativa en diciembre pasado de declarar que su palacio estaba abierto y que los delegados del Polisario podían visitarle "en tanto que Polisario", ha demostrado una vez más sus dotes de hombre de Estado. Ahora, al recibir a la delegación saharaui en su palacio de Marraquech, ha sabido crear una situación nueva, en la que se enfatiza en la búsqueda de soluciones concretas para realizar el referéndum y poner fin a una guerra que dura ya desde hace 13 años y que ha acarreado terribles sufrimientos para las poblaciones de la zona y para las que han emigrado a la región argelina de Tinduf.
Hassan II matizó en las declaraciones que abrieron el proceso que desembocó en el reciente diálogo de Marraquech que estaba dispuesto a discutir, pero no a negociar. Pero en el mundo de la diplomacia tal distinción nunca ha sido rígida. A pesar de la discreción que guardaron las dos partes sobre el contenido de las conversaciones, hay datos para pensar que se entró en temas decisivos, como la creación de un posible Estado federal que satisfaga las exigencias de ambas partes, además del alto el fuego, la retirada o concentración de las tropas marroquíes en el momento del referéndum, la administración que lo organice y el intercambio de prisioneros.
Aunque los aspectos concretos de las entrevistas se conocerán en fechas posteriores, no cabe duda de que se ha entrado en una nueva etapa. Por otra parte, esta ruptura de barreras se ha producido cuando el acercamiento de Argelia y Marruecos se consolida y la unidad del Magreb avanza. En este marco es en el que se debe valorar las perspectivas que se abren con el diálogo entre Marruecos y el Frente Polisario. Lo inmediato es preparar las condiciones del referéndum. Pero en el curso de esa preparación, si hay por las dos partes la suficiente inteligencia política, lo lógico es que se avance con una perspectiva a más largo plazo, buscando desde ahora soluciones que faciliten la vida en paz, el reencuentro con unas u otras fórmulas jurídicas de unos pueblos cuyo anhelo común es que termine la guerra.
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