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El régimen afgano trata de sobrevivir a la retirada soviética 'Iavando la cara' al partido comunista

Cuando el último soldado soviético haya abandonado Afganistán es muy probable que en este país islámico no quede nada que pueda llamarse socialista o leninista. Hasta el partido comunista afgano, en el poder desde hace 10 años, parece haber decidido disolverse y, en un acto de transformismo, reconstituirse en un "partido liberal, democrático y nacionalista", sin ninguna referencia al leninismo. Esta versión circula en la URSS y en Afganistán, sin que ninguna fuente oricial haya conrirmado ni desmentido una hipótesis que parece cada vez más creíble y que puede constituir un intento de sobrevivir a la retirada del contingente soviético.

La fecha del 15 de febrero, en la que la URSS habrá completado su retirada de Afganistán, constituye una cuenta atrás en un país en el que reina el caos, se multiplican los ataques de la guerrilla islárnica y en el que el líder del régimen prosoviético, Mohamed Najibulá, vacila. El punto de ruptura del régimen de Kabul no parece haber estado nunca tan cercano, por lo que la reconversión del Partido Democrático Popular de Afganistán (PEOPA, comunista) aparece como una oportuna maniobra estiratégica.Al parecer, una comisión del partido comunista afgano está ya trabajando para reescribir el programia y el nombre del PDPA, renegando de Lenin y liberándose de su matriz socialista, abriendo las fronteras a las inversiones extranjeras y permitiendo la instalación en el país de sociedades y empresas con capital foráneo. Se trataría, entonces, de un giro, bien sea formal o sustancial, que pudiera permitir una negociación con una rebelión islámica que hasta ahora se ha negado a cualquier tipo de acuerdo con el partido comunista y su Gobierno.

El transformismo del partido comunista afgano puede tener una doble interp retación: por un lado, puede constituir una maniobra de adecuación que permita el diálogo con los rebeldes; por el otro, tiene todas las connotaciones de un intento en circunstancias extremas, casi desesperado, para dar la vuelta a una situación cada vez más sentenciada hacia lo peor.

En el marco de una crisis generalizada, la posición soviética aparece bien clara: la retirada de sus tropas, actualmente reducidas ya al 50%, que se encuentran en territorio afgano dejarán el paísantes del 15 de febrero a cualquier precio. Incluso aunque la retirada de la otra mitad, ya realizada, haya demostrado la debilidad del régimen de Kabul y la dramática situación en que queda un'país devastado por la guerra y las rivalidades tribales.

Por otro lado, el próximo 1 de enero es la fecha anunciada por Mijail Gorbachov, en su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas a comienzos de diciembre para un alto el fuego en la guerra, ofrecimiento que ha sido rechazado tajantemente por la resistencia islámica.

La diplomacia de Moscú, por su parte, trata por todos los medios de abrirse una vía de salida política una vez abandonada la solución militar. En las últimas semanas, la actividad ha sido frenética, sin otro objetivo que dejar a la espalda una situación política que deje un cierto margen de maniobra. El primer viceministro de Asuntos Exteriores y embajador de Moscú en Kabul, Yuli Vorontsov, se entrevistó a primeros de mes con representantes de los siete partidos de la oposición basados en Pakistán, en un movimiento totalmente imprevisto, e inmediatamente lo hizo con los que están exiliados en Irán. Es más, en vísperas de Navidad, el diplomático soviético se trasladó a Roma para entrevistarse con el ex rey afgano Zahir Sha, potencial mediador en el conflicto y quizá el hombre ideal para entregar un país en recomposición, aunque ese encuentro de Roma no haya recibido el beneplácito de los rebeldes islámicos, que quieren que no se les arrebate el protagonismo en el Afganistán del día siguiente a la salida de las tropas de la URSS.

Ofensiva guerrillera

La ofensiva diplomática soviética está haciéndose eco de los golpes que la guerrilla está dando al maltrecho Ejército gubernamental. Kabul es un blanco cotidiano. Tanto más cuando la representación de los rebeldes, tanto los que tienen su base en Pakistán como los instalados en Irán, ratifican su negativa a negociar con Najibulá y su partido y confirman su intención de discutir a partir del 15 de febrero sobre el nuevo Gobierno del país, esto es, cuando el líder afgano carezca ya de la protección soviética.

Por todo ello, la refundación del partido comunista afgano parece un juego en el que se lanza la última carta y en el que los rebeldes quizá tratarán de incluir en la apuesta la cabeza de Najibulá a cambio de captar las nuevas bases del diálogo.

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