La fuerza de unos ojos
Otra rama que se desgaja del árbol frondoso de Margarita Xirgu con la muerte de Carmen Carbonell. Con ella empezó -y con Nuria Espert puede acabaresta actriz catalana, con la Fedra (Una altra Fedra, si us plau) de Salvador Espriu, de la que dio las dos versiones: en catalán, a partir de 1978, y en castellano, en 1979. Iba con los años del siglo. Aquí está a la última edad a la que estrenó y trabajó. Podía estar el cuerpo roto y dolorido, que la voz pastosa y llena quedaba entera como la cultivó de niña en los teatros parroquiales catalanes y como la hizo de mujer. Los ojos, enormes y luminosos, cuya fuerza no perdió nunca. Los dibujantes dibujaban, sobre todo, sus ojos negros como si fuesen toda la cara; así fue de joven y así siguió siéndolo en las últimas obras que estrenó: La doble historia del doctor Valmy, de Antonio Buero Vallejo, y La casa de Bernarda Alba, de García Lorca. Obras discutidas, el principio de la apertura democrática -1976- y las primeras audacias. Ésta del director Ángel Facio consistía en que el papel de Bernarda Alba lo hiciese un hombre -Ismael Merlo, tan ínocente-; lo único que conmovió fue el papel de la abuela hecho por Carmen Carbonell.Fue un trozo completo de la historia teatral de este siglo. La etapa catalana, los primeros estrenos en Madrid con Margarita Xirgu. El Benavente de La mariposa que voló sobre el mar, de No quiero, no quiero, todo el teatro de los años veinte... Luego se casó con Antonio Vico, de estirpe de actores -fueron antes, son hoy-, con quien formó compañía, que dominó en los años de la guerra -y los previos y los posteriores- de donde luego saldría una fundación ejemplar: la que se llamó compañía de Los Cuatro Ases. Tuvieron años de Pemán y de Benavente en el teatro de la Zarzuela, y años de crítica entusiasta. Aquel fragmento de vida teatral fue vulnerado ya por la muerte: se quedó sola Carmen Carbonell, muerto su compañero de tantos años; y tuvo que salir de su retiro para ir ganando algún dinero para poder vivir. Y para poder seguir tocando el aplauso bien dado por cómo mantenía el tipo de primera actriz aun cuando alguien tuviera que sostenerla para salir al escenario. Donde refulgían sus ojos negros.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.