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Tribuna
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¿Tendremos que vacunarnos?

Marciano Sánchez Bayle

La pregunta que encabeza el artículo no sólo la realizó Groucho Marx en Una noche en la ópera, sino que es repetida por centenares de miles de padres que desconocen si las vacunaciones realizadas a sus hijos lo fueron con preparados activos o inactivos.El problema en sí mismo tiene una importancia limitada, pero pone en evidencia la ineficacia del sistema de Vacunaciones supuestamente "obligatorias" que existe en nuestro país, donde requisitos tan elementales como el lote empleado para la vacunación no constan en los documentos vacunales. ¿Qué habría pasado si en lugar de estar inactivadas las vacunas, hubieran sufrido otro tipo de modificación peligrosa para la salud? ¿Cómo podrían identificarse los sujetos con problemas?

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Sin control propio

Hace ya dos años, quienes esto escriben propusieron, a través de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública, la necesidad de modificar profundamente la estrategia vacunal en nuestro país por sus evidentes carencias, adaptándola a la que es habitual en los países civilizados y que ha conseguido la erradicación de enfermedades como el sarampión o la polio en Estados Unidos, Finlandia, Suecia, etcétera.

No es un tema este en el que nos podamos permitir el lujo de ser originales cuan do hay experiencias suficientemente contrastadas y evaluadas que han tenido un éxito del que aquí se carece.

Esta estrategia estaría centrada en tres puntos:

lº- Establecer un sistema de registro eficaz" en el que consten el lote empleado, el centro que administra la vacuna, etcétera, de manera que se puedan detectar las complicaciones que pudieran aparecer, y prevenir los problemas colaterales en casos como el actual. Además sería conveniente la creación de un organismo del estilo del Center for Diseases Control de Estados Unidos, que evaluara la política vacunal en cada momento y que tuviera ca pacidad para realizar variaciones en ésta, caso de ser precisas, así como de unificar criterios de va cunación a nivel estatal 2º.- Hacer las vacunaciones obligatorias realmente, mediante el control de los niños vacunados, imponiendo, como se hace en Estados Unidos, que todos deban demostrar antes del ingreso en la escuela primaria o la guardaría, fehacientemente, el que han sido correctamente vacunados, lo que, con las tasas de escolarización que hay en nuestro país, aseguraría más de ese 95% de cobertura efectiva que se precisa para erradicar estas enfermedades.

Un problema adicional está en el seguimiento de comunidades de riesgo por su marginación social, por ejemplo el caso de los gitanos, sobre las que habría que dirigir una intervención específica.

3º.- Cambiar el calendario vacunal adaptándolo a las necesidados reales, fundamentalmente iniciando a los dos meses la vacunación DTP y realizando la antipolio intramuscular, una vez que se haya asegurado una cobertura vacuffial suficiente.

La realidad es que, como suele suceder, cuando las propuestas proceden a sectores ajenos a la burocracia de la propia Administración no se ha avanzado pasos en el tema. Y así, según el propio Ministerio de Sanidad y Consumo, el pasado año hubo ,nueve casos de poliomielitis, 27.000 de tosferina, 35.000 de sarampión, 33.000 de rubeola y 49.000 de parotiditis, casos declarados, pues todo el mundo reconoce que el número global es superior al no existir un sistema eficaz de registro ni de declaración.

Compromiso

El caso más grave es que la cobertura vacunal real sigue siendo desconocida, existiendo estudios, aunque parciales, que señalan en algunas zonas hasta un 40% de niños mal vacunados. Así parece imposible que se llegue a erradicar estas enfermedades, por cierto, uno de los 38 objetivos para Europa de la Organización Mundial de la Salud, que nuestro país se ha comprometido a realizar.

En todo caso, hay que señalar que la situación es variable y que algunas comunidades autónomas parecen haber abordado seriamente el problema sin que, desde luego, haya una política unificada, lo que puede crear verdaderas bolsas de ciudadanos no vacunados y por tanto potencialmente sujetos a padecer estas enfermedades.

En fin, estamos en el país de la peste porcina, de la peste equina, de las vacunaciones inactivadas... Esperemos que el bendito 92 nos haga, a la vez que recordar el descubrimiento de América, descubrir que en América del Norte llevan ya años realizando una política vacunal seria, que está dando resultados.

Firman esta tribuna, además de Marciano Sánchez Bayle, Luis González Gutiérrez-Solana, Carmen Ramo y Mercedes de la Torre, todos ellos médicos pediatras.

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