"Caminamos sobre huesos humanos"
Un arqueólogo descubre las fosas donde reposan centenares de miles de víctimas de la represión estalinista en Bielorrusia
En un bosque de abetos y pinos de Bielorrusia conocido por Kuropaty, dos policías de uniforme montan guardia junto a una improvisada hoguera. Están sólo a 100 metros del cinturón de ronda de Minsk, y para llegar a ellos basta descender por un sendero helado cubierto de nieve. Las autoridades de Bielorrusia, sin embargo, no ven con buenos ojos las visitas a este lugar que ha dado a la represión estalinista e esta república occidental soviética limítrofe con Polonia unas dimensiones superiores a la ejercida por los invasores nazis.Esta es una de las conclusiones formuladas por Zenon Pozníak, un arqueólogo que se ha hecho famoso por su descubrimiento de las fosas donde, según sostiene, desde 1937 hasta la invasión alemana de 1941 fueron fusiladas sin miramientos centenares de miles de personas a mano de patrullas del NKVD (Comisariado del Interior) o policía política en época de Stalin.La asociación Martirolog, que ha sido fundada en Bielorrusia tiene por objeto honrar la memoria de las víctimas de Stalin y quiere convertir este lugar en un monumento y símbolo de aquella tragedia.Zenon Pozniak, con quien conversamos en Minsk, es el alma de Martirolog."El estalinismo y el fascismo son las dos caras de una medalla La metástasis del fascismo fue evitada por el proceso de Nuremberg, pero el estalinismo no ha tenido su Nuremberg y debe ser sometido a una investigación profunda y al juicio del pueblo con el fin de evitar su repetición en el futuro", afirma Pozniak. Este arqueólogo de 44 años, largirucho y de calvicie avanzada, parece estar condenado a toparse "con huesos humanos" donde quiera que emprenda una excavación, ya sea en el monasterio de los dominicos de Minsk o e el bosque de Kuropatz, "Es horrible. En todas partes, en decenas de sitios, acabo siempre encontrando huesos humanos", exclama. "Tengo la impresión de que vivimos sobre huesos".
Pozniak, que es miembro del Instituto de Historia de la Academia de Ciencias de Bielorrusia, dejó sin aliento a sus paisanos el pasado junio cuando, con la oposición de las autoridades locales y algunos cortes de 1a censura, publicó sus investigaciones sobre Kuropaty, el lugar elegido como campo de exterminio por el NKVD en Bielorrusia
"Desde 1937, cuando se endureció el terror en Bielorrusia y en toda la URSS, el NKVD comenzó a fusilar gente de forma sistemática y sin juicio previo. Traían a las víctimas en furgones carcelarios conocidos popularmente por los cuervos negros. En el bosque había fosas ya cavadas donde los cadáveres de los fusilados eran colocados por capas, como en un pastel, y hasta que se llenaba el hoyo. Entonces, todo se cubría con unos 20 centímetros de tierra y a veces se sembraban pinos".En busca de bayasPozniak dice contar con el testimonio de más de 200 personas, hoy gente madura y anciana, que en los años treinta vivían en las aldeas, algunas de ellas arrasadas, vecinas de Kuropaty. Uno de los testigos, Olga Timofeievna, era una niña que, en busca de bayas, se metió en el terreno fatal para ver algo que le hizo perder el conocimiento: agentes con el uniforme del NKVD entraban en el recinto y comenzaban a descargar varios furgones de prisioneros. "Señor, ¿por qué?, ¿de qué somos culpables?', preguntaban en idioma bielorruso los prisioneros mientras juntaban, implorantes, las manos recién desatadas. El ruego era inútil".
Los agentes les llevaban al borde de la fosa y les disparaban en la nuca, sin hacer excepciones con los dos últimos, que enterraron a todos los demás.
Las matanzas eran ejecutadas a veces con ametralladora, y los verdugos, que trabajaban en invierno y en verano, llegaban a permitirse competiciones de eficacia y juegos tales como tratar de matar a varios reos de un tiro disparando a toda una fila desde una posición lateral. Todo ello no les impedía "aparecer los sábados y domingos en los bailes del pueblo". "A los campesinos se les atragantaba el pan cuando oían los gritos de histeria y agonía".
Pozniak supo de las matanzas en los años setenta. "Si hubiera escrito o hablado entonces no me hubieran creído, hubiera acabado en una clínica psiquiátrica o hubieran arrasado el lugar con excavadoras. Había que tener paciencia y esperar, aunque ello era muy difícil porque los testigos morían y se llevaban consigo sus secretos. El silencio nos ahogaba".
En 1987, Pozniak y su colega Evgueni Shmigalev comenzaron a interrogar sistemáticamente a los testigos aún vivos. Después comenzaron las excavaciones, que revelaron "la existencia de unas 1.000 fosas, de las cuales quedan unas 500". La excavación reveló también que las tumbas habían sido exhurnadas en los años cuarenta y estaban vacías en sus capas superiores.
"Hasta un metro y medio de profundidad no encontramos ni un solo hueso. Sólo una excavación más profunda reveló casualmente que la exhumación había dejado la capa inferior de cadáveres intacta". En total, nos dice Pozniak, Kuropaty ha arrojado el macabro inventario de 313 calaveras y huesos pertenecientes a unas 400 personas.Un tiro en la nucaLas calaveras presentan en su mayoría la huella de un tiro en la nuca, cuyas dimensiones coinciden con los casquillos de bala de revólver y de armas soviéticas igualmente encontrados. Pozniak calcula que unas 250.000 personas fueron enterradas en un total de 1.000 fosas cuya capacidad variaba entre los 150 y 300 cadáveres. La construcción del cinturón de ronda de Mírisk y de un gasoducto arrasaron gran parte de la evidencia. "En los alrededores de Minsk", afirma Pozníak, "existen seis mataderos (incluido Kuropaty) o agrupaciones de fosas colectivas de exterminio". Tal esquema, dice el arqueólogo, "se repite alrededor de todos los centros regionales y ciudades importantes de la República. Además de los huesos, en Kuropaty se han encontrado diversos tipos de calzado de marcas soviéticas, cepillos de dientes, jaboneras, monederos y hasta alimentos, como una pechuga de pollo, tomados aparentemente con la idea de partir para un largo viaje. No hay ni documentos ni papeles de identificación.
Los fusilados habrían sido conducidos a Kuropaty desde diferentes regiones de Bielorrusia y las matanzas se habrían extendido de Este a Oeste, ya que la parte occidental de la República se incorporó a la URSS en 1939 en virtud del pacto germano-soviético. El fusilamiento de habitantes de las zonas occidentales ocupadas ha podido ser rastreado, según Pozniak, por la procedencia de los objetos que portaban algunos cadáveres.
"El descubrimiento de Kuropaty ha demostrado que existió un genocidio contra el pueblo, que hubo un exterminio de masas. Según nuestros cálculos", explica Pozniak, "en Bielorrusia, más de dos millones de personas fueron exterminadas por el estalinismo antes de la II Guerra Mundial. En los años veinte la población de la República era de 12 millones de habitantes, y en 1941 apenas superaba los nueve millones".
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