Fuerte, brillante, muy irregular
Se anuncia Lunes tormentoso como un thriller romántico, cosa que no se sabe qué significa, ni en la epidermis de la frase parece decir nada nuevo, pues en el género negro, al menos en su vertiente cinematográfica, hay mucho romanticismo, a veces de buena estirpe, metido dentro.La película, escrita y dirigida por Figgis, recaba para sí la consideración simultánea de filme de género y de filme de autor, pero se caracteriza, más que por su voluntaria adscripción a aquel viejo estilo de películas, por sus no menos voluntarias ganas de desmentirse a sí misma vulnerando las leyes de ese género.
Por ejemplo, el comienzo del filme, el moroso desfile de tipos y ambientes, que conduce al primer rasgo indiscutible de negrura genérica, es todo un escaparate de argucias visuales desorientadoras, bien porque el director y guionista no sabe por dónde anda, o bien -más probable porque pretende que seamos nosotros, los espectadores, quienes no sepamos por dónde andamos. La leve pista de una sombría música de violonchelo, que busca la manera de introducir inquietud en la quietud de las imágenes, es la única señal de lo que se avecina. Una pista, no hace falta decirlo, endeble.
Lunes tormentoso
Dirección y guión: Mike Figgis. Fotografia: R. Deakins. Reino Unido, 1988. Intérpretes: Melanie Griflith, Tommy Lee Jones, Sting, Sean Bean. Estreno en Palacio de la Música, Beniliure, Juan de Austria y Aluche.
Pero, mejor o peor, antes o después, se acaba por entrar en el juego. Tras de un arranque plano, sin intensidad, confuso y disperso, surgen en el filme rasgos o despuntes de tensión que funcionan y ponen en situación de inminencia las alertas del espectador. En este tipo de películas, las alarmas interiores del espectador funcionan siempre a través de los tipos. No es Lunes tormentoso una excepción, aunque parezca que quiere a toda costa serio. El vehículo inquietante es un personaje perfectamente encajado a un actor, Sting, que en palabras convencionales "da el tipo", y, en consecuencia, todo cuanto proviene de él funciona y eriza sus alrededores. Por su parte, Melanie Griffith da también cara a la cámara, pero no, en cambio, Sean Bean, cuya poco creíble actuación por desgracia lleva todo el hilo de la intriga, que así se debilita.
En la zona central del filme, urdida alrededor de las extrañas, mitad violentas y mitad tiernas, relaciones entre los cinco personajes (el vagabundo irlandés, su repentina novia, el gánster norteamericano, el duro local británico y eljazzman polaco) cuyo destino se debate en la aventura, la electricidad sube considerablemente y da lugar a escenas fuertes, brillantes y bien compuestas, pero con frecuencia heridas por una arritmia que desmiente la evidente búsqueda de estructuras musicales en la composición y sucesión de las imágenes.
Montaje paralelo
Por ejemplo, el abusivo empleo por Figgis del montaje paralelo -interrupción en el interior de una secuencia, que deja paso a otra u otras secuencias que se combinan entre sí- le hace incurrir en disonancias a veces muy pronunciadas, pues las secuencias combinadas se acoplan mal, cuando no se rechazan mutuamente, bien por ostensibles diferencias de calidad entre ellas o bien porque no son aptas para combinar armoniosamente sus respectivas acciones o sus cadencias. El espectador salta molesto en su butaca ante tantos y a veces tan inoportunos saltos de acción, pues muchos instantes de interés son rotos para dejar el paso a otros instantes sin interés alguno o de interés menor.Y así, en sus mejores y más fuertes momentos, este heterodoxo thriller se cierra el camino a sí mismo, con regusto suicida. Figgis vulnera todo, incluso lo invulnerable, y así le va en este último supuesto, que hace de esta interesante película un compendio de irregularidades, de cosas excelentes seguidas sin transición de inanidades y artificios. Hay un buen cineasta escondido detrás de la dirección, el guión y el brillante look de Lunes tormentoso, pero ha jugado en exceso a autor, y para ello le falta dominio de un mundo que, aunque le suene a propio, no domina y se le escapa de las manos.
Babelia
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