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LA SUCESIÓN DE REAGAN

Bush, el hombre que hasta ayer lo había sido casi todo

Francisco G. Basterra

La persistencia y una notable capacidad de acomodación política han convertido por fin a George Herbert Walker Bush en el 41º presidente de Estados Unidos. Rompiendo el maleficio histórico que hacía que ningún vicepresidente hubiera llegado a la presidencia desde 1836, cuando lo consiguió Martin van Buren, este patricio de 64 años tomará posesión el 20 de enero próximo. Y según todos los indicios, continuará, sin sus perfiles ideológicos más extremos, el reaganismo.Impuestos bajos, un Gobierno federal reducido, mayor peso de lo privado y una diplomacia realista pero firme ante la URSS de Gorbachov. Esto es lo que cabe esperar de este republicano, pragmático y moderado que lleva ocho años sumergido tras la sombra de Ronald Reagan. Le acompañará como vicepresidente el senador James Danforth Quayle, virgen políticamente. Bush, nacido en Milton (Massachusetts) el 12 de junio de 1924, en el seno de una familia rica, llega a la Casa Blanca con más experiencia que ningún otro presidente en los últimos 50 años.

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Este hombre alto (1,87 metros), afable, poco amigo de la lucubración intelectual, hasta ayer lo había sido casi todo en este país. Desde esta madrugada sobra el casi. Será el primer director de la CIA, la agencia del espionaje norteamericano, que llegue a la Casa Blanca. Pero antes que primer espía de EE UU y antes de iniciar su carrera política, Bush fue, con 18 años, el piloto más joven de la Marina, derribado en combate por los japoneses y héroe de guerra.

Y empresario petrolero en Tejas, con una compañía propia llamada Zapata, que luego vendió por un millón de dólares. En 1966 ganó un escaño para el Congreso por un distrito de Tejas, tras haber realizado un intento fallido al Senado. Fue reelegido a la Cámara de Representantes una segunda vez y volvió a intentar el Senado en 1980, pero de nuevo fue derrotado, esta vez por Lloyd Bentsen, que ayer perdió con Michael Dukakis.

Richard Nixon se convierte en el mentor político de Bush, y le nombra embajador ante las Naciones Unidas en 1971. Pasa inadvertido en ese puesto, y dos años más tarde, su lealtad a la causa republicana y al presidente le hace acreedor al cargo de presidente del partido. Corren tiempos difíciles, y Nixon se ve en vuelto en el Watergate. Bush es de los últimos en abandonar el barco, pero al final, sólo días antes de la dimisión presidencial, hace de tripas corazón y le pide por escrito al presidente que abandone la Casa Blanca.

Los servicios prestados en una época dura no le sirven, sin embargo, para conseguir su deseo: ser vicepresidente con Gerald Ford. Este elige a Nelson Rockefeller, y manda a Bush como enviado a Pekín. Entonces EE UU no tenía todavía relaciones diplomáticas plenas con China. Al regreso de su experiencia asiática, Ford tampoco cuenta con Bush como compañero de ticket en las elecciones, y le pone al frente de la CIA. Es el año 1976.

Bush restaura en parte la moral y la credibilidad perdida por la Agencia Central de Inteligencia, pero, como le ha ocurrido hasta ahora en todos sus cargos, no deja huellas apreciables. George Bush cree llegado el momento de poner fin a su distinguida carrera de perfecto número dos, y se lanza a por la presidencia en 1980, disputándole, desde posiciones más moderadas, la designación republicana en las primarias a Ronald Reagan. Y al principio no le va mal, pero el viejo actor le gana la partida.

Y es Reagan quien finalmente ofrece a su principal rival ir con él como vicepresidente. Barren a Jimmy Carter en las elecciones, y Bush se convierte en un vicepresidente absolutamente leal, sin luz propia, abrazando con fervor de converso la filosofía del reaganismo. Hasta entonces, George Bush había sido considerado más bien como un republicano centrista del establecimiento clásico del GOP (Great Old Party, el Partido Republicano): el mundo de los grandes negocios y la ariístocracia yanqui de la Costa Este.

Ejerce una vicepresidencia sin brillo, algo no muy dificil en un cargo gris por definición. Actúa sobre todo como globetrotter die lujo, acudiendo a 72 países en misiones especiales y funerales de Estado. Y se encarga de coordinar comisiones contra la droga y el terrorismo. Aconseja al priesidente aprovechando sus almuerzos semanales en la Casa Blanca, pero nunca se ha revelado el impacto de Bush sobre Reagan.

Ha tenido la suerte o la habilidad de que no le haya salpicado el escándalo Irangate, a pesar de haber participado en decenas de reuniones donde se perfiló la venta de armas a Irán. Consiguió zafarse también del avispero del desvío a la contra de fondos procedentes de la venta de armas a Jomeini. Y no le ha afectado el caso Noriega.

George Bush no ha sido probado aún como líder, y se desconoce cuál es su verdadera ideología o si tiene convicciones profundas. Muy proclive a dejarse llevar por los consejos de los que le rodean, su personalidad política, a pesar de llevar 22 años en la vida pública, es un enigma.

Bush, que con esta elección se ha quitado el estigma de hijo de papá y de pelele, estudió en los mejores colegios privados de la Costa Este y se graduó en Económicas en la universidad de Yale. Hijo de un senador, se casó con Barbara Pierce, también de buena familia, con quien tiene cinco hijos. Perdieron una niña de tres años, Robin, víctima dela leucemia. El presidente electo tiene una salud perfecta y pertenece a la Iglesia episcopaliana.

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