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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El sueño del Gobierno

EL GOBIERNO ha revisado al alza su objetivo de inflación para el presente año desde el 3% hasta el 5% y ha mantenido el 3% para el año que viene. La revisión para este año era un imperativo impuesto por los aumentos de los pasados meses, que habían elevado el índice de precios al consumo al 3,9% en el período enero-agosto. Pero mantener el 3% para 1989, como si se tratara sólo de aplazar un año el objetivo que se había fijado para 1988 -versión dada por el Ministerio de Economía y Hacienda-, parece casi una sim pleza. La situación actual presenta perfiles muy distintos a los del año pasado por estas fechas, cuando el Ejecutivo formuló la intención de acabar 1988 con un 3% en el IPC. No sólo los principales países industrializados asisten a un rebrote de la inflación, que ha subido en promedio desde entonces cerca de un punto. También el panorama socioeconómico interno ha cambiado: para 1988 estaban negociados desde 1987 más de la .mitad de los convenios y las expectativas de precios jugaban a la baja. En cambio, para 1989 está casi toda la negociación pendiente, no hay visos de concertación social y las expectativas inflacionistas han recibido un impulso alcista.La inflación no sólo aumenta por los salarios o por influjo del exterior. Aunque sus otras causas -los costes del capital y los impuestos- hayan sido hasta hace unos años menos importantes, cada vez resultan más apreciables. De ahí que si elevar los tipos de interés, el principal recurso utilizado contra el rebrote de los precios en el verano, tal vez dé resultados inmediatos (por la vía de frenar el crédito al sector privado y enfriar así la demanda interna), entraña el riesgo de encarecer uno de los principales costes del capital. Asimismo, aumentar la recaudación fiscal uno y otro año con el argumento de que así también se contribuye a moderar el crecimiento de la economía es ignorar que la dinámica económica empuja a quienes pagan más impuestos a compensar estas pérdidas de renta con el aumento de los márgenes empresariales o de los salarios.

Al decidir, en estas circunstancias, mantener a toda costa el objetivo del 3%, el Gobierno parece querer lavarse la cara tras el tropezón de 1989; pero, al, tiempo, ha quedado cautivo de sus propios gestos y números con vistas a los presupuestos. La defensa a ultranza de ese 3% entraña incoherencias como la de tratar de hacerla compatible con incrementos de la recaudación fiscal próximos al 30% y con aumentos en los gastos de personal de la Administración central superiores al 10%. También conlleva grandes riesgos. El principal, que tal objetivo caiga en el descrédito y arrastre en la caída uno de los principales activos ganados a la lucha contra la inflación desde los Pactos de la Moncloa: negociar salarios y fijar precios en función de la inflación prevista para el año siguiente, en vez de por los aumentos de precios pasados.

Si no fuera tanto el riesgo ni tan claras las incoherencias, habría que aplaudir la voluntad del Gobierno. En el caso poco probable de que los agentes económicos alinearan sus expectativas con el 3%. propuesto, el objetivo se cumpliría y ello haría compatible la competitividad exterior de la economía española con cierto incremento de los salarios reales. Pero el propio ministro de Economía y Hacienda, Carlos Solchaga, ha echado agua al vino al declarar que si hacia la primavera próxima los precios no marchan por la senda prevista, el Ejecutivo no esperaría a modificar su objetivo. ¿Quién aceptará moderar sus rentas nominales para todo el año si meses después el objetivo propuesto vuelve a quedar en papel mojado? En estas condiciones, el 3%, más que una previsión del Gobierno, parece un sueño.

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