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Londres festeja el 90º aniversario de Moore con una memorable antológica

La exposición pone fin a las diferencias entre el artista y la Royal Academy

Henry Moore, uno de los más grandes escultores del siglo XX, es objeto durante este trimestre de una memorable antológica en la Royal Academy (RA) de Londres. Alrededor de 120 esculturas y decenas de dibujos muestran cronológicamente la evolución creativa de un hombre que rivaliza en el arte británico con Reynolds o Turner. Desde el Moore de inspiración precolombina al escultor entregado a la abstracción, la exposición ha convertido en un homenaje póstumo un acontecimiento concebido para glorificar el 90º cumpleaños del artista.

Henry Moore y la Royal Academy eran hasta hace muy pocos años sinónimo de incompatibilidad. El escultor cambiaba de acera para no pasar ante la puerta de una institución a la que consideraba estéticamente retrógrada, que había atacado sus creaciones y se había negado a reconocer valores no convencionales.La Tate Gallery acogió la exposición que conmemoró los 70 años del escultor, y en los jardines de Kensington se llevó a cabo, 10 años más tarde, otra con el análogo propósito.

En 1983, sin embargo, el entonces presidente de la Royal Academy consiguió convencer a Henry Moore de que esta institución había dejado de ser el refugio de la reacción y que ansiaba congraciarse con él. El artista accedió a que las palaciegas salas de Picadilly acogieran una retrospectiva que iba a celebrar su 90º cumpleaños y a poner fin a la legendaria querella. Pero Moore falleció hace ahora dos años, y la exposición se ha convertido así en un homenaje póstumo que permanecerá abierto al público hasta el próximo 11 de diciembre.

No es ésta la única circunstancia extraordinaria de la exposición. Quizá sea más llamativa la impresión de ver entre cuatro paredes obras concebidas por quien dijo que "la escultura es un arte para el aire libre" o que "en sus grandes momentos la escultura ha sido un arte para el exterior".

La Academy ha tenido que hacer un notable esfuerzo para acoger piezas que llegan a alcanzar 3.500 kilos de peso -"tenemos la suerte de contar con un suelo particularmente resistente y con una edificio muy bien construido", ha declarado Piers Rodgers, secretario de la Academy- y recrear en dos salas una atmósfera abierta que haga posible apreciar lo más cerca de su entorno ideal lo que fue concebido para ser expuesto al aire libre. Los encargados del montaje de esta gran muestra antológica han inundado las dos principales salas de una luz natural que intenta reproducir el ambiente de la naturaleza. Las paredes han sido pintadas con nubes, como al parecer se encontraba decorado el estudio en el que trabajaba el escultor británico.

La obra de Moore gira en torno a una corta relación de ideas y formas -la madre y el hijo, la figura recostada o sentada, la textura orgánica de los volúmenes, el carácter telúrico de sus figuras- que aparecen desde los primeros estadios del desarrollo creativo del artista.

En su juventud, el hijo de minero de Yorkshire cede a las impresiones de la escultura precolombina, y lo que en el templo de las Columnas de Chichén Itzá es una figura representativa de Chac Mool, el recostado dios maya de la lluvia, en Leeds se convierte en la poderosa Figura yacente que recibe al visitante en el centro de la primera sala de la Royal Academy.

Las formas y volúmenes de las primeras estancias, en los que son también perceptibles motivos surrealistas y abstractos, marcan la pauta de lo que se va a ver en toda la exposición, con una evolución cualitativa en la técnica, desde la talla en piedra o madera al vaciado para el bronce, y cuantitativa en el volumen, que alcanza dimensiones mutables al final.

La obra pública de Moore está desparramada por todo el mundo -desde el madrileño parque del Retiro al campus de la californiana universidad de Stanford-, y por eso es tan fácil echar de menos algunas piezas en la Royal Academy como sentir familiaridad con otras. En 1980, Madrid y Barcelona acogieron una monumental muestra del artista en la que se incluían muchas de sus principales y más representativas obras.

Madres e hijos

Las tres figuras sedentes presentadas en una misma sala entran en este último apartado, a pesar de que la Virgen y el Niño sea la primera vez que abandona el altar de la iglesia de San Mateo, en Northampton. En este grupo, Moore recurre al hieratismo y a una mayor figuración para transmitir la idea de la divinidad como contraposición a la por él tantas veces representada relación secular de la madre y el hijo. Acompañan a la figura religiosa la de un Grupo familiar y la conocida pareja Rey y reina, con ecos de una obra anterior de Max Ernst.

Algunas de las piezas de Moore traen vagas evocaciones de las Venus paleolíticas, y se hace inevitable asociar el desmembramiento y diferente disposición de sus volúmenes con otras composiciones. Otro tanto ocurre con las variaciones realizadas en 1950 sobre las Cabezas con casco, de clara inspiración bélica, emparentadas con lo que tres lustros después llegaría a ser un monumento a la energía nuclear.

"Ser un artista es lo contario a estar desesperado", dijo Henry Moore. Y añadió: "ser artista es creer en la vida". La exposición de la Royal Academy muestra cómo él convirtió en tridimensional ese pensamiento, con una deslumbrante, por lo perfecta, mezcla de primitivismo y humanismo.

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