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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La amenaza de la posguerra

CUATRO GUERRAS se acaban, o están a punto de acabarse. Tienen edades y orígenes aparentemente distintos. Pero parece obvio que existe una causa común que genera esa tendencia a la paz, visible en diferentes partes del mundo. Las nuevas relaciones entre las dos superpotencias tienen efectos que desbordan el ámbito específico del desarme nuclear, en el que los progresos han sido más notables. Soviéticos y norteamericanos, unas veces de manera pública y otras con discreción, han trabajado para buscar soluciones a los llamados "conflictos regionales".Lo dicho más arriba no significa que la URSS y EE UU sean los causantes de las guerras que ahora van camino de su fin. Pero en esas guerras, para provocarlas o para activarlas, un factor nunca despreciable ha sido la influencia de una u otra de las superpotencias. A partir de una visión geopolítica global, EE UU o la URSS se han esforzado por colocar en posición ventajosa al bando que consideraban adicto a su causa. Lo nuevo ahora es que esa visión geopolítica global se contempla de modo distinto, y que pesa más el deseo de apagar hogueras de guerra.

Al menos en dos de los conflictos en vías de solución ésta se logrará con la salida de tropas comunistas: los vietnamitas de Camboya y los soviéticos de Afganistán. No es, naturalmente, una coincidencia: es un repliegue y, en cierta forma, un éxito de Reagan, que ha ganado su insistente petición de que el desarme no podría funcionar sin unos acuerdos globales. Otros factores han sido, asimismo, importantes: en Camboya, el interés de Gorbachov en normalizar sus relaciones con China. En Afganistán, la necesidad de acabar con una situación que engendra descontento en el interior de la URS S. En Angola, a la retirada de los surafricanos debe seguir la de los cubanos; también es un repliegue de una revolución que se inició con esperanzas que la historia no ha confirmado. La cuarta guerra, la de Irán e Irak, supone la derrota de otra revolución: por mucho equilibrio que se busque en los acuerdos, el imam Jomeini no ha podido ganar su guerra santa, ampliar su integrismo. Este otro tipo de revolución, la integrista, también ha sufrido una dura pérdida, para mayor contento de todos.

Los grandes conflictos van a extinguirse como fruto de una reducción de las tensiones internacionales como no la había habido nunca desde que terminó la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, los cuatro -y algunos otros que se mantienen en el mundo- afectan a países que no habían podido culminar sus independencias, o la habían planteado mal. Países de miseria, las largas guerras han contribuido a empobrecerles aún más, a destruir muchas fuentes de riqueza y a devastar su juventud. Mientras las revoluciones están en marcha, esos rigores son menos perceptibles por la fuerza del entusiasmo. Cuando terminan de mala manera, con las esperanzas perdidas, las posguerras son duras. A pesar de la alegría que engendra la paz, las sumisiones a los dictados internacionales, inevitables, y las responsabilidades por lo ocurrido crean motivos de amargura y malestar.

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Firmados, cada uno en su Ginebra, los grandes tratados, la angustia popular no se borra de golpe. Llega la hora, a pesar de las ruinas, de intentar volver a la normalidad. Se sabe de grandes empresas multinacionales que se aprestan a ofrecerse para las reconstrucciones de puertos, refinerías, carreteras, ferrocarriles, edificios o fábricas. Van a sustituir a los vendedores de armas. Los países en quiebra tendrán que seguir pagando cara su pobreza.

Es aquí donde se puede ver una intervención de la ONU. La organización se ha distinguido notablemente en la preparación de las paces, y ha ganado más prestigio que nunca. Le queda mucho por hacer en cuanto a la armonización de intereses en cada caso para mitigar los graves males pendientes; pero una de sus misiones debería ser la de buscar y organizar las imprescindibles ayudas internacionales para la reconstrucción. Cuanto más eficaz sea la ayuda internacional, por canales serios y comprobados, menos sombría será la perspectiva de la posguerra.

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