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Riesgo de desintegración del 'bloque burgués' sueco

Las cifras definitivas del escrutinio de las elecciones suecas celebradas el pasado domingo confirman que el llamado bloque socialista contará con mayoría absoluta en el Parlamento de Estocolmo y podrá llevar adelante su programa. Aunque no existe un acuerdo formal entre ambos partidos de izquierda, socialistas y comunistas han votado casi siempre juntos en la Cámara legislativa en cuestiones fundamentales. Paralelamente, se produce un verdadero desplome de los dos principales partidos del bloque burgués -conservadores y liberales-, y el propio bloque se enfrenta a un grave riesgo de desintegración. Junto a todo ello, se ha producido un hecho histórico, aunque esperado: el ingreso de los verdes en el Parlamento.

La realización del referéndum en la comuna de Sjobo, con el amplio rechazo a la aceptación de extranjeros, que en este caso no son otros que refugiados políticos, completa el cuadro de estas elecciones que, más allá de los números fríos, han introducido elementos nuevos cuyas consecuencias es prematuro prever.Un dato complementario relevante ha sido la baja participación de votantes, la más baja desde 1964, que evidencia una indiferencia o rechazo, sobre todo en los jóvenes, lo que no es precisamente un índice saludable. Si a ello se suman los votos en blanco, estimados en un 2%, se obtiene un cuadro que refleja un estado de disconformidad expresado en el ascenso de los verdes y comunistas y otros partidos pequeños que no superaron el límite (4%) para ingresar en el Parlamento, pero que obtuvieron escaños comunales.

Los grandes perdedores de las elecciones son los dos principales partidos burgueses, y sobre todo el liberal, ya que si bien cuantitativamente pierde menos escaños que los conservadores, venía de dar la vuelta espectacularmente en las pasadas elecciones a la pronunciada caída de muchos años, recuperando 30 escaños, y esperaba por los menos conservar sus posiciones.

Recelo de los extremos

Los conservadores, por su parte, portavoces de un mensaje marcadamente antisoviético en política internacional y de privatización e irrestricta libertad en lo económico, no encontraron oídos receptivos en el pueblo sueco, que recela de las posiciones extremas.

La derrota del bloque burgués tiene otra consecuencia: su probable desintegración. El Partido de Centro, el menos golpeado de los cuatro, nunca pareció muy dispuesto a integrarse plenamente, y mostró ya desde antes de las elecciones su predisposición a alianzas con otros partidos. Sus coincidencias anteriores con los comunistas en oportunidad del referéndum sobre la energía nuclear pueden repetirse ahora, con más fundamento, con los verdes Los centristas se abstuvieron durante la campaña electoral de su marse a los ataques de los otros partidos burgueses a los verdes. La socialdemocracia ha salido airosa de una elección que no se le presentaba fácil pese a su ges tión económica. No puede olvidarse que había perdido siete escaños en las elecciones de 1985 y vuelve a perder dos ahora. El partido superó bien la ausencia del asesinado Olof Palme. Ingvar Carlsson, sin tener la talla internacional de su antecesor, ha asumido dignamente sus responsabilidades y sabido conquistar la confianza del pueblo sueco con un mensaje sencillo y una imagen de honestidad.

El período de gobierno que ahora se inicia no será fácil. Puede esperarse que los comunistas, fortalecidos, resulten menos dóciles que en el pasado a la hora de negociar su apoyo. También éstos necesitan afirmar su perfil.

La samba quedará fuera del Parlamento

El ingreso de los verdes en el Parlamento de Estocolmo fue la nota dominante en las elecciones celebradas el domingo pasado en Suecia. El que se haya producido en forma más humilde que si hubieran tenido el papel de árbitros de las decisiones contribuye a hacerlos más aceptables. Los exime de cargar con la imagen de obo dispuesto a devorar el cordero de la estabilidad política sueca, y aún para ellos será más fácil la asimilación a las nuevas responsabilidades.Las mayores acusaciones cayeron sobre los verdes durante la campaña electoral. Se les llamó, entre otras cosas, aventureros irresponsables, fanáticos de la ecología que quieren desmantelar las fábricas y retrodecer el sistema productivo a los tiempos del paleolítico y hasta defraudadores de impuestos. Una acusación, ésta última, que algunos de sus candidatos no pudieron levantar y que les supuso ser borrados de las listas electorales, en lo que constituyó un síntoma de salud interna.

Resistieron con éxito la arremetida, como prueban los resultados. Difundieron por calles y plazas su discurso seductor con reminiscencias bucólicas al ritmo de samba, pero advirtiendo que la samba llegaría hasta las puertas del Parlamento y no más. Si jóvenes son la mayoría de sus dirigentes y una buena parte de sus seguidores, corta es también su historia.

Surgido en 1981 con la defensa del medio ambiente como nexo unificador, los verdes lograron en 1982, 148 mandatos comunales, que en 1985 se transformaron en 241 Ahora, paralelamente con su presencia en todas las comunas, tienen 20 escaños en el Parlamento.

El mentor ideológico del grupo es Per Gahrton, un ex diputado del partido liberal que renunció a su banca y al partido. Los verdes tienen además entre sus filas a figuras hasta desconocidas como una jovencita agrónoma, Asa Domeij, que ha enfrentado airosamente, sin papales por delante con los políticos más fogueados. Seguramente dará que hablar.

Los hechos probarán si este brote verde está destinado a florecer y echar raíces o es sólo una estrella fugaz en el firmamento político sueco.

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