Alan Rudolph busca en 'Los modernos', situado en el pasado, la identidad estética del mundo actual
El cineasta independiente norteamericano Alan Rudolph -director conocido en España por Elígeme e Inquietudes- presentó ayer en la sección oficial de la Mostra veneciana su última película, Los modernos, donde trenza una complicada historia en forma de fresco histórico, en la que introduce continuas alusiones, fumadas con su peculiar estilo lleno de resonancias musicales, a las raíces del universo estético dominante en el mundo actual.
La trama de Los modernos ocurre en el París del año 1927 y en ella intervienen, directa o indirectamente, algunos célebres protagonistas del éxodo de artistas y escritores de Estados Unidos a la Europa de los años veinte, entre ellos, Gertrude Stein y Ernest Hemingway. Narrada con transparente facilidad y apoyada en un excelente guión, la película obtuvo buena acogida y devuelve al cineasta a esa primera línea que había perdido después de su último y estruendoso fracaso.Los modernos, probablemente a causa del descrédito en que había caído Alan Rudolph después de su vertiginosa caída en los termómetros de la popularidad, hasta el punto de que se le consideraba poco menos que un cineasta acabado, fue rechazada por el comité seleccionador del último Festival de Cannes, pero paradójicamente alcanzó allí una gran audiencia en las proyecciones celebradas privadamente en el mercado del filme. De ahí su presencia en las pantallas del concurso de la Mostra de Venecia.
El público captó las calidades del filme y perdonó sus arritmias, que las tiene y graves, asistiendo a las dos horas largas de proyección en absoluto silencio y aplaudiendo en los instantes finales, sobre los títulos de crédito del filme. Una de las razones por las que el estilo de Rudolph provoca intensos silencios en la sala hay que buscarla en el preciosismo, por otra parte perfectamente funcional e integrado en la imagen, de la banda musical de su obra, que, como en el caso de Elígeme, tiene entidad propia y una perfección infrecuente. La audición de la musicalidad del filme es una auténtica delicia, que convierte a la imperfecta trama de Los modernos en una duración fílmica exquisita-
Otro filme a concurso fue el polaco Las heroicas tribulaciones de Baltasar Kobler, dirigido por un veterano del cine europeo oriental: Woitech Has, célebre autor de El manuscrito encontrado en Zaragoza, y La clepsidra. Has es un director que se prodiga poco y que piensa y realiza sus obras con extrema meticulosidad. Tampoco esta su nueva película se libra de ese perfeccionismo que caracteriza toda la obra de Has y que fue ostensiblemente captado por el público veneciano, pese a que este año sus preferencias están volcadas más a las polémicas de los "acontecimientos especiales" que a la hasta ahora apacible sección oficial competitiva.
Conatos de polémica
No obstante, en la propia sección oficial se están produciendo ya algunos conatos de polémica, a cargo principalmente del filme del prolífico y un tanto tosco Paul Vechialli, que con su Áncora ha querido poner una gota disonante y estrepitosa en la competición. A todas luces, su representación en 10 secuencias de 10 años de la vida de un homosexual que ignora su condición y que, al descubrirla, la asume yacaba muriendo de SIDA, no pasa de ser una tormenta en un vaso de agua, levantada en gran parte por la Prensa sensacionalista italiana y francesa.Entre los "acontecimientos especiales", que son la pimienta de esta edición de la Mostra, ayer se dio a conocer la película de Francesco Maselli Código privado, una película de 80 minutos de duración que presenta unas características formales insólitas: ha sido realizada en una sola toma, con la actriz Ornella Muti sola frente a la cámara desde el primero hasta el último instante. Desde los tiempos de las boutades experimentales del vanguardista de la escuela de Nueva York Andy Warhol no se veía nada parecido en la pantalla de un festival convencional, que normalmente acoge filmes destinados a la distribución internacional y no a los experimentos retorcidos, insólitos y abiertamente minoritarios. El guión de Código privado tenía cuatro folios, y la totalidad de la acción, o de la falta de ella, fue improvisada delante de la cámara. No es la primera vez que Maselli se embarca en aventuras de esta especie, pues su Carta abierta a un periódico de la tarde se rodó sobre un guión de 20 folios. Pero incluso sus más apasionados partidanos aseguran que esta vez el cineasta italiano se ha pasado de la raya y que su filme, inevitablemente, está herido de muerte por el exceso de imprecisiones y de tiempos muertos.
A la espera de Scorsese
Por ahora, probablemente por razones no estrictamente cinematográficas, la película que sigue siendo máxima atracción de la Mostra es la reconstrucción de la pasión de Bujarin en Ciao Gorbachov, realizada por Carlo Lizzani, primera contribucción no soviética al cine de la perestroika. Y esto a la espera de la reconstrucción de la Pasión de Cristo por Martin Scorsese, llenando a diario las páginas de los periódicos locales. La última noticia que corre es una declaración de la magistratura de Venecia, que ha exigido un pase judicial previo de La tentación de Cristo cuando la copia llegue a Italia, para ver si en ella hay algún contenido delictivo. La subtitulación del filme se está haciendo en París y se habla de que la copia no llegará a territorio italiano hasta unas horas antes de su proyección en la Mostra, lo que, por falta material de tiempo para ello, impediría un pronunciamiento judicial sobre el contenido del filme. Una sagaz y curiosa argucia, a la altura de la secular y refinada tradición que el maniobrerismo político tiene por estas latitudes.
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