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CINE Y RELIGIÓN

Fe y sacrificio

La novela del autor griego Nikos Kazantzaki, en la que se inspira la película de Scorsese, aporta una nueva concepción de la divinidad. Sugiere que Jesucristo aceptó su destino triunfante con plena conciencia de tener otras alternativas. Según esta tesis, su ejemplo espiritual fue realzado por una dimensión humana.Esa parte de la naturaleza de Cristo que fue profundamente humana, dice Kazantzaki, nos ayuda a entenderle y amarle y a seguir su pasión como si fuese la nuestra. La película de Martin Scorsese se apoya también en el concepto de elección, y las elecciones que ha realizado el director al realiar su filme cubren un amplio espectro.

La lucha evidente de Scorsese con el material de su película es tan palpable como la historia que cuenta. Fe y sacrificio, culpa y redención, pecado y expiación forman parte de muchas de las películas anteriores de Martin Scorsese, desde Malas calles (1973) a Taxi driver (1976) o Toro salvaje (1980). Estas obras demuestran que Scorsese es quizá el más religioso de los directores de cine norteamericanos, y ciertamente uno de los mejores.

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Pero, paradójicamente, el filme que acerca a Scorsese al corazón de sus preocupaciones primeras es menos espiritual que sus películas seglares. Parecería posible y comprensible que para él este tema monumental. hubiera tenido un efecto acobardante. El director no parece constreñido por los episodios más atrevidos de la novela de Kazantzaki. En cualquier caso, son estas secuencias, en apariencia irreverentes y en ocasiones bastante sangrientas, las que generan las escenas más espontáneas y poderosas.

Evolución

La última tentación de Cristo comienza con una voz que presenta a Jesús como un ser atormentado y preocupado. Poco después se le ve asistiendo a la crucifixión de otro judío. La figura de Jesús evoluciona a lo largo de la película, en la que va siendo preso de dudas, hasta finalmente aceptar su papel.

Las escenas del comienzo están estrechamente conectadas con la lucha interna de Cristo. La película tiene bastante calidad, aunque con frecuencia enuncia mejor que ilustra. En contraste con el verdadero tormento espiritual de algunos otros personajes de Scorsese, su versión de Jesús es una figura controlada, que resulta vagamente remota, pese a las múltiples alusiones a su dolor.

El actor Willem Dafoe tiene tanta intensidad en su papel, tanta tranquila autoridad, que las imágenes de Jesús sobrecogen, aunque esto no ocurra con los pensamientos que se le atribuyen.

Buena parte de la película funciona mejor en el campo visual que en el verbal. Algunas de las escenas son sensacionales, como la del Domingo de Ramos. Pero el diálogo que acompaña a estas escenas es una de las incongruencias de la película, pues el lenguaje (con guión de Paul Schrader) es a menudo tan plano como magníficas las imágenes.

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