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Viaje hasta el fondo del genio y del odio

Publicación de la primera gran biografía de Louis-Ferdinand Céline

La reciente concesión del Premio Fémina de Biografías a La vie de Céline, de Fréderic Vitoux, aparecido en Francia en primavera, vuelve a poner de actualidad -si es que alguna vez se había ido- la figura de uno de los más grandes y contradictorios escritores de nuestro siglo, artista innegable, traidor, antisemita, verdugo y víctima a la vez, Louis-Ferdinand Céline, cuya fama no ha dejado de crecer desde su fallecimiento, por estas mismas fechas hace 27 años. Al tiempo, en el octavo volumen de la serie Cahiers Céline, también publicado esta primavera, se reúnen sus escritos para el mundo del espectáculo -Cine, teatro y ballet-, al que el escritor fue siempre muy aficionado.

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Obra y espectáculo

Es curioso que la consolidación de la fama de este escritor haya sido sobre todo póstuma, como si su desaparición física hubiera suprimido el principal obstáculo para ella. Céline, que triunfó en su madurez, casi al filo de los 40 años pues fue un escritor tardío, conoció casi enseguida los abismos de la ignominia, el exilio y la indignidad tras la II Guerra Mundial.Sólo al final de su vida pudo regresar finalmente a su patria, donde siguió despertando grandes y minoritarias admiraciones y un odio bastante generalizado por parte de sus coetáneos; pero como escritor parecía haber casi desaparecido, y apenas logró recobrar el favor del público dos o tres años antes de su muerte, que le sobrevino en 1961, a los 67 años de edad.

Frédéric Vitoux había publicado ya otros tres libros sobre Céline antes de esta monumental biografía, que sin duda se va a constituir en el libro de referencia sobre este tema. Entre otras cosas, y aparte de contar un con importantísimas contribuciones anteriores -las de Dominique de Roux en dos Cahiers de L´Herne, Henri Godard, Pierre Lainé, la correspondencia con sus abogados, con sus amigas, con Albert Paraz, o los últimos manuscritos descubiertos-, Vitoux declara su deuda con los estudios de François Gibault y sobre todo por la colaboración que le ha prestado para su trabajo la viuda del escritor, Lucette Destouches, que puso a disposición del biógrafo sus archivos privados.

Acercarse al mal

Todo ello podría hacer pensar que esta Vie de Céline es una hagiografía para magnificar la memoria del escritor. Nada menos cierto. Aunque parte del hecho incuestionable de la gran categoría literaria de la obra celiniana, y de un evidente respeto y comprensión hacia la difícil y contradictoria persona humana que fue -lo que no resulta sencillo ante un ser tan atrabiliario, colérico, ingrato y nihilista-, tampoco oculta nada de lo que pueda perjudicar a su imagen. Imagen que por otra parte resulta equívoca, terrible, trágica y profundamente maléfica a la vez, en el sentido de que este creador se acercó al mal con todas sus fuerzas y su enorme capacidad de expresión.Nacido en 1894 en Courbevoie, un suburbio de París, en una familia de raíces comerciantes y vagamente aristocráticas, mezcla de normando y bretón, Louis-Ferdinand Destouches -su verdadero nombre- fue educado "por burgueses, en un ambiente proletario y bajo principios absolutamente aristocráticos y conservadores", según una hermosa fórmula de Gibault. Su infancia aparece terriblemente retratada en Muerte a crédito, pero en realidad fue en la práctica mucho menos infeliz de lo que en la novela se señala. Joven estudiante aplicado, destinado al pequeño comercio, aprendió pronto idiomas -inglés y francés, pues su familia le pagó esta educación, imprescindible para dedicarse a esa profesión- y en plena juventud se alistó voluntario en el Ejército, como el protagonista de Viaje al fin de la noche en su primera página. Dos años después estallaba la I Guerra Mundial y el joven Destouches iba a tocar con sus manos los abismos del sinsentido, la crueldad y el mal, mientras su comportamiento bélico irreprochable le llevaba a obtener la medalla militar individual. Pronto herido e inútil para todo servicio, marcha a África, donde ejerce diversos trabajos como traficante y comerciante colonial; a Inglaterra, donde frecuenta los medios del hampa y se casa efimeramente por vez primera, y finalmente, al terminar la guerra, se hace médico y se casa por segunda vez con una joven burguesa, de la que tendrá su única hija. Trabaja un tiempo en los servicios de higiene de la Sociedad de Naciones y luego como médico en París, antes de dedicarse a la literatura.

Genialidades en panfletos

Rebelde, anarquista de derechas, genio de la imprecación y del insulto, reaccionario, materialista a ultranza, partidario de la socialización de la medicina, antisemita explosivo, conoció el triunfo con sus dos primeras y mejores novelas, Viaje al fin de la noche y Muerte a crédito, que no eran otra cosa sino la visión alucinada, exagerada y explosiva de los acontecimientos de su propia vida. Publica dos terribles panfletos contra los judíos, luego viene la II Guerra Mundial y la ocupación de Francia por las tropas de la Alemanía nazi. Céline no fue un colaboracionista, pero sus tesis antisemitas llevaban agua al molino hitleriano, y tuvo que huir al final, refugiándose en Dinamarca, donde vivió siete años de un largo y doloroso exilio.Condenado en rebeldía en su propio país a la indignidad nacional, su regreso tras haber sido amnistiado no le supuso la reconciliación final, sino que siguió exacerbando su paranoia, sus diatribas y polémicas, que le acompañaron hasta su muerte. Hombre incómodo para su familia, para sus propios amigos y hasta para sus partidarios mismos, su vida es un paradigma de la contradicción y su obra una prédica del terror. Pero ahí está, molesto para todos, monumento literario de primera magnitud, rayano en la locura y la alienación, un grito de dolor que surge de las entrañas del mal y que constituye uno de los enigmas literarios más apasionantes de la literatura universal.

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