Prohibidio escribrir
Una vez jubilado, Nikita Jruschov se dedicó a escribir sus memorias con el consiguiente malestar de sus antiguos colegas que trataron de impedírselo.Alexei Adzhubei, el yerno de Nikita Jruschov, no revela cómo llegaron sus memorias a Occidente. Sostiene, sin embargo, que dos de los ataques de corazón de Nikita Jruschov tuvieron como origen los enfrentamientos con la dirección política a causa de las memorias.
Andrei Kirilenko, un protegido de Leónidas Breznev, convocó a Jruschov para prohibirle que escribiera y le pidió depositar el trabajo realizado en el Comité Central.
El dirigente defenestrado en 1964 defendió su derecho a escribir amparándose en la Constitución soviética e incluso llegó a solicitar una mecanógrafa, ya que a Nikita le molestaba la forma poco profesional de escribir (con cuatro dedos) de su esposa Nina Petrovna.
Cuando las memorias aparecieron en Occidente, Jruschov fue obligado a firmar una nota en la prensa. La dirección soviética quería que el denunciante de los crímenes de Stalin en 1956 introdujera una frase diciendo que no había escrito ni escribía memorias.
Jruschov se negó rotundamente y el texto que finalmente apareció se limitaba a señalar que él no tenía nada que ver en la difusión del libro que se le atribuía.
El tercer infarto de Nikita Jruschov fue fatal. Poco antes de morir, el hombre que sustituyó a Stalin tuvo un deseo: Quería un pepinillo en salazón. Rada, su hija, se lo compró en el mercado.
Jruschov murió el 11 de septiembre de 1971. Por orden de la autoridad fue enterrado como un "ciudadano corriente" en el cementerio de Novodevichi de la capital soviética.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.