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Crítica:ESPECTÁCULOS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La furia y la mística españolas

Hay una mística en torno a La Fura dels Baus. Se habla de sus espectáculos como de epifanías, cosmogonía, ritual, ceremonia. A todos los espectáculos que tienen una gran trascendencia pública se les añade después una trascendencia espiritual; significativa, justificativa. Divagar es siempre fácil. Terminan sus creadores mismos por creerlo así, y en este nuevo espectáculo de La Fura, Tier Mon, hay un voluntarismo de mezclar unos factores, religiosos, como de misa negra, a la barbarie, la brutalidad, la repugnancia que con tanta perfección y tanta perfección -técnica y personal- presentan. Comienza con toques de campana, termina con una procesión tras una cruz de fuego escoltada por antorchas. Hay un sonido de órgano de catedral, unos panderos de viejos derviches o un ritmo de guenauas. Y estampas de la Edad Media: ahorcados, empalados, cuasi monjes, tinieblas. La función religiosa del espectáculo se acentúa con un intento de encantamiento de los espectadores -una juventud avezada en las discotecas, educada ya para la llamada oscura- a base de ritmo, de chorros de decibelios que no sólo se meten por los oídos -con exclusión de cualquier otro sonido-, sino que vibran en el pecho, en el estómago. Con el olor de los sahumerios, del fuego, del sudor. Los jóvenes saltan, brincan, ballotean, siguen los movimientos de la tropa por la enorme y destartalada, despintada nave, tan adecuada para este uso, de lo que fue el Mercado de Frutas y Verduras de Legazpi. Lo pasan bien.En medio de esta significación, y teñidos por ella, los fureros repiten algunos de sus números de siempre: los veloces carromatos que pasan entre el público, el sadismo, el masoquismo, las grandes duchas sobre sus pieles sudorosas, las peleas con cámaras de ruedas de camión; penden de pértigas o de grúas, comen lo que parece pienso, se golpean con barras, se ensucian, se degradan. Es el juego machista de otras veces, que tanto entusiasina e impresiona a algunas espectadoras, pero menos agresivo. El púbIico conocedor se dispone a correr huyendo de los bestiales actores, pero éstos son un poco menos bestiales, y ni siquiera el deseo natural del miedo -del falso miedo, del que gusta en los cuentos o las películas de terror- justifica las huidas. Todo está bajo control, y se nota más que nunca. Si alguien sale en la camilla de la Cruz Roja, como ocurrió, parece más víctima de una segregación íntima de su voluntad de desmayo, de vudú, que algo causado por los agentes del espectáculo. Hay, además, algunos baches durante la hora en que todo esto dura. Los ahorcados están demasiado tiempo en sus pértigas, los encajonados en un comedero tardan mucho en devorar su pitanza. Los niños de Hamelin se van cansando de seguir a sus encantadores, y el ritmo sonoro es demasiado agotador para seguir bailoteando: la discoteca es más tentadora, más larga, más alienante. Y se acabó.

Tier Mon

Espectáculo creado e interpretado por La Fura dels Baus. Veranos de la ViIla. Antiguo mercado de frutas y verduras de Legazpi, 8 de julio.

Rara perfección

A todo esto hay que añadir una rara perfección. Una preparación fisica singular en todos los que participan, una sabiduría en el dominio de las fuerzas que desatan, una seguridad en las torres y los artilugios móviles, una calidad en la grabación del sonido-ruido. Una profesionalidad de la antiestética y de la antiética bien conseguida. Con todo esto, es uno de los espectáculos españoles que más linpresionan en el extranjero, junto con el de los también catalanes Els Comediants, que no juegan a la brutalidad y que tienen un sentido del humor y de la elegancia en todo lo que hacen. Podrán imaginar por ahí que La Fura dels Baus corresponde a la antigua mezcla tópica española de la violencia mezclada con la religión, del primitivismo que queda en esta raza. La adhesión con que cuentan entre unajuventud española podrá servir razonablemente para explicar que algo de eso renace, o permanece.

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