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EE UU desarrollará un corazón eléctrico

James B. Wyngaarden, director del Instituto Nacional de Salud (NIH) de Estados Unidos, anunció el sábado que seguirá adelante, a pesar de las presiones del Congreso para recortar su presupuesto, con el proyecto de desarrollar un corazón artificial. El objetivo de este programa de investigación es crear un nuevo aparato de bombeo que funcione con energía eléctrica y que pueda ser implantado en el corazón del paciente en sustitución del corazón natural.

El nuevo invento tendrá grandes ventajas sobre la generación actual de corazones artificiales, ya que éstos exigen aparatosas fuentes de energía externas para dirigir un bombeo mecánico mediante aire comprimido dentro del cuerpo, y han causado infecciones y trombos en los pacientes.Los cinco pacientes que recibieron el corazón artificial más conocido hasta el momento, el Jarvik 7, han muerto en los últimos dos años. Este corazón artificial fue diseñado por el doctor Robert Jarvik a principios de los años setenta cuando era estudiante de medicina en la universidad de Utah.

El NIH anunció el pasado mes de mayo que ante las dificultades presupuestarias del programa, abandonaba la investigación para crear un corazón artificial total y se concentraba en el diseño de uno parcial, consistente en una pieza que ayudase al ventrículo izquierdo de un corazón enfermo a bombear sangre pero sin necesidad de reemplazar al corazón humano.

Este aparato podrá ser probado en seres humanos dentro de tres años, mientras que el corazón artificial completo tardará de 10 a 15 años antes de poder ser sometido a comprobaciones clínicas.

La posible suspensión del programa, por falta de fondos, al que el Gobierno norteamericano ha contribuido con casi 240 millones de dólares desde 1964, generó en los pasados meses una fuerte controversia.

Algunos expertos en sanidad y analistas políticos celebraron tal posibilidad porque, en su opinión, el corazón artificial iba a beneficiar relativamente a pocas personas y a un coste muy alto, por paciente, por lo que sugirieron que ese dinero fuese empleado en programas para prevenir las enfermedades del corazón.

Los partidarios de continuar con el proyecto defendieron éste con los argumentos de que así se evitaba la disgregación de los distintos grupos de investigación que trabajan en él y se impedía que los competidores extranjeros tomasen la delantera en el desarrollo de un corazón artificial total.

22 millones de dólares

La fase actual del programa, tras la nueva decisión, implica a cuatro grupos de investigación de diferentes estados cada uno, que recibirán más de 22 millones de dólares en los próximos seis años.El proyecto recibió el impulso decisivo para su continuación del senador demócrata Edward Kennedy, presidente del comité del Senado que supervisa los programas de sanidad, y del senador republicano por Utah, Orrin G. Hatch.

Fue éste último quien dio la primera noticia de que el programa seguiría adelante, cuando comunicó al centro médico de Utah dedicado a esta investigación que su contrato iba a ser renovado. Hatch afirmó que tal decisión eran "buenas noticias para los millones de personas que necesitan corazón artificial o sus componentes".

Edward Kennedy es presidente del comité del Senado encargado de trabajo y recursos humanos, el que autoriza los máximos niveles de financiación de los programas propuestos por las distintas agencias del Gobierno, y Hatch es el senador republicano de mayor rango en dicho comité. Ambos cuentan en sus estados con organismos comprometidos en el desarrollo del corazón artificial. Según Mona Safarty, consejera de política sanitaria del comité, Kennedy consideraba una propuesta legislativa para continuar la financiación de los programas existentes, antes de conceder nuevas ayudas.

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