Las servidumbres del 'happy end'
Bajo los tópicos que encubre una comedieta de estudiantes adolescentes norteamericanos este curioso filme esconde una idea argumental y un desarrollo inicial de esa idea verdadera mente notables y originales.A grandes rasgos, esta idea es la de que el mundillo de un college repite, en pequeña escala de laboratorio humano y social, los rasgos fundamentales, y en especial los negativos, de la sociedad a la que pertenece.
El arranque y el desarrollo inicial de esta aparentemente intrascendente comedieta son excelentes: hay riesgo, agudeza, transparencia e incluso ferocidad más o menos voluntaria en la exposición, dentro de ese mundillo escolar, de un despiadado tráfico de sentimientos y de prestigios.
No puedes comprar mi amor
Dirección: Steve Rash. Estados Unidos, 1987. Intérpretes: Patrick Dempsey, Amanda Peterson, Coutney Gains. Estreno: cine Avenida.
Pero la dureza, veracidad, autenticidad y acidez del filme, que lo convierten a ratos en una genuina comedia del estilo del Hollywood clásico, se viene poco a poco por los suelos en la azucarada zona del desenlace, que recubre con ramas de color rosa un tronco de la mejor estirpe crítica y un escueto y jugoso tono negro.
Estamos ante un ejemplo más de las servidumbres del sistema de happy end, obligatorio en este tipo de filmes norteamericanos. La comedia, que podría haber sido redonda, se queda, a causa de este hipocritón final feliz, en la mitad de lo que podría haber sido de haber llevado el guión a las últimas consecuencias lo que lleva dentro y tapona al final.
La comedia sutil y enérgica que el filme lleva dentro se convierte así en lo que el estereotipo pedía de ella: se hace comedieta, mediante un final conformista y en dosis, que a la postre niega en buena parte el inconformismo inicial de su original planteamiento.
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