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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Negra fiebre romántica

Crazy loyeDirección: Dominique Duruddere. Guión: Marc Didden y Dominique Duruddere, basado en tres relatos de Charles Bukovski. Fotografía: Willy Stassen. Música: Raymond van Het Groenwoud. Bélgica, 1987. Intérpretes: Geert Hunnaerts, Josse de Pauw.

Estreno en Madrid: cines Conde Duque, Peñalver y (en versión original subtitulada) Renoir.

Inexplicablemente, esta notabilísima opera prima del joven cineasta belga Dominique Duruddere, que concursó en el último festival de San Sebastián, tuvo que conformarse en la lista de premios final con una recompensa segundona dedicada a la dirección, mientras el gran premio iba a parar a Boda en Galilea, una correcta y bienintencionada, pero plana, ingenua y casi insignificante, película palestina.

Demos tiempo al tiempo, dijimos entonces. Aquel tremendo disparate en que incurrió el jura do del festival, será por fuerza corregido por las huellas que ambos filmes dejen en los espectadores que acudan a verlos. Y, en efecto, la película triunfadora casi ha desaparecido del mapa (pasó sin brillo por las pantallas de Paris, que lo absorben todo) mientras que esta Crazy Love comienza a extender su fama, poco a poco, por el mundo. No podía ser de otra manera.

Crazy Love se inspira, sin demasiadas preocupaciones por mantenerse fiel a su letra, en tres relatos de Charles Bukovski. Penetran estos tres esquemas argumentales en tres etapas de la vida de un hombre y, dentro de cada una de ellas, en tres formas de iniciación en el amor. Duruddere, despoja al filme de cualquier referencia geográfica o cronológica y da a estos cuentos la intemporalidad que necesita para salir a la luz, su condición de ritos negros, en los que un hombre busca y finalmente encuentra la plenitud sexual.

Es Crazy Love una película que desata, con una exactitud poco frecuente en una primera obra; con medios expresivos al mismo tiempo desbordados, casi barrocos, pero paradójicamente sobrios; y con una economía y austeridad estilísticas poco frecuentes, el fondo de locura romántica que hay bajo la sequedad y aridez de los cuentos suicidas de Charles Bukovski.

Sobre este escritor hay un filme reciente, Barfly, de Barbet Schroeder, que no sobrepasa el pintoresquismo en las composiciones de ambientes y de personajes; y otro, más lejano, Ordinaria locura de Marco Ferreri, que acentúa e incluso manipula los aspectos más cínicos y desairados del mundo bukovskiano, pero sin osar entrar en su misterioso otro lado, es decir en el fragil y desbordado poema romántico sobre la soledad, el sexo y la muerte que la aspereza y el desaire de ese mundo esconde con un, no menos paradójico, extremo pudor.

Y es en ese lado oculto y apacible, desolado y oceánico, que es el verdaderamente difícil de materializar, donde penetra sin chaleco salvavidas la cámara, que juega con los límites del preciosismo sin caer nunca en él, de este novato director belga, cuyos signos de madurez ya asoman en estos primeros pasos de su carrera de cineasta.

Película muy amarga, pero al mismo tiempo tierna, sencilla y dolorida, que asciende con seguridad de menos a más, hasta alcanzar en sus secuencias finales imágenes de gran audacia, Crazy Love es mucho más que el anuncio de un cineasta de grande y delicada sensibilidad; capaz de sostener su buen gusto en medio de situaciones y tipos monstruosos y casi escatológicos. Es también el acta de nacimiento de un cineasta europeo de fuste, a cuya obra futura debemos estar abiertos todos los espectadores europeos.

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