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CENTENARIO DEL POETA PORTUGUÉS

Persona, máscara, nadie

¿Quién fue Fernando Pessoa? ¿Quién era este autor capaz de intrigar a la vez a poetas y estetas, lingüistas, lógicos, psicólogos y metafísicos? ¿Era en verdad un filósofo?Desde muy pronto, la crítica aparece preocupada por esta indagación. En el empeño de esclarecer su nombre, su persona, se ha envuelto el nombre de Pessoa en un juego de palabras derivado de su apellido portugués, la etimología latina y el significado francés. Persona, máscara, nadie. No parece sino que en su persona se reflejara toda la despersonalización del hombre moderno. En cada uno de nosotros habita un loco que se cree a sí mismo. En el interior de Pessoa habitaba un cuerdo que se sabía muchos personajes. Unos eran ingleses que pensaban y actuaban en inglés. Otros eran portugueses y, como tales, nacionalistas y sebastianistas. Algunos eran ortónimos. Otros, heterónimos, mayores y menores, seudónimos y personalidades literarias. Filósofos, sofistas e intelectuales. Astrólogos, ocultistas y espiritistas. Había, en fin, toda una sociedad ingente de gente.

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La herencia de Fernando Pessoa

Se nos había dicho que ser portugués o inglés, o poeta o metafisico, comportaba una serie de convicciones, actitudes, ritos, mitos y otras liturgias complementarias. Pero ahí está el inverosímil Pessoa, que no quiere llevar la máscara. El conjuga todas las personas: la mía, la tuya y la de todos los otros. Cada una de ellas es contradictoria, dotada de mecanismos complejos, diseñada en líneas enmarañadas y laberínticas.

"Las líneas trazadas en este círculo, de una a otra parte de la circunferencia, más pequeñas unas, otras mayores, las de aquí surgiendo del círculo mismo, entrecruzándose, aquellas otras corriendo paralelas, se asemejan a las vidas humanas. En las particularidades y diversidades de las vidas humanas. La comparación puede extenderse hasta el infinito. Todo lo que concierne a las vidas humanas está aquí, en estas líneas. Todos los sistemas filosóficos están también aquí. Obsérvalo atentamente".

Siendo tantos, cosa bastante lógica, no podía faltar un lógico. En sus tiempos universitarios no sólo toma notas de filosofía, también se siente atraído por el virtuosismo formal de la lógica. Es una afición a la que siempre se mantendrá fiel. Pessoa intenta introducir el sinsentido en el seno de la lógica misma. No es de sorprender que se inspire en la lógica de Hegel. El esquematismo clásicamente triádico, el dialecto filosófico y la misma dialéctica del alemán son observables en sus escritos. Pessoa ha aprendido el juego de los contrarios y a manejar, igualándolas, las tesis y las antítesis. En sus textos filosóficos, a menudo, recrea este juego.

"Afirmar el ser como algo distinto equivale a decir que el ser es al mismo tiempo ser y no-ser".

"Siendo cero (considerado racionalmente) inmutable, y siendo el ser contrario al no-ser, debe ser perpetuamente mutable. Debe ser siempre cambiante".

Pero, a la postre, Pessoa se aparta de Hegel. Es una dialéctica la del portugués que no conduce a nada consolador como otras dialécticas al uso. Ni al mundo de las ideas platónico ni al espíritu absoluto de Hegel, ni a la sociedad concreta o al hombre concreto de Marx. Pessoa pretende evitar a toda costa la presuposición de entidades absolutas y la adopción de medidas consoladoras. Por así decir, Pessoa nos prohíbe hegelizar. No quiere síntesis saludables ni conciliaciones armoniosas. Con él representamos a los orígenes. Volvemos a aquellos tiempos alborales en los que la dialéctica nace como discurso que niega su propia afirmación. Inscribiéndose en esta hégira, Heráclito, el oscuro, el negador del ser y afirmador del cambio, te 1ía que ser forzosamente el presocrático predilecto de Pessoa. En estos apuntes sobre metafísica, lo encontramos explorando la metáfora del río desde una perspectiva kantiana.

"La idea del río es el noumeno, el río en sí mismo es el fenómeno, las olas del río son los fenómenos. El primero no conoce unidad ni pluralidad. El segundo conoce la unidad. El tercero sólo conoce la pluralidad".

Su dialéctica es más un camino que un punto de llegada. Saca la lógica de sus inicios clásicos. Fiel a su condición, no encontraremos en él ninguna panacea para la reconciliación del hombre consigo mismo, con la humanidad o con la divinidad. Su causa estaría perdida de antemano si comenzara por aliarse con algún tema de posición filosófica. "Sólo podemos llamar Dios al ser absoluto, y de éste no podemos decir qué es".

Pessoa nos propone, en suma, el triste consuelo del movimiento de nunca acabar. Condenados a no saciar nunca nuestra sed de verdad. La verdad es una y muchas. La verdad está dentro del error. El principio de contradicción subyace en el seno mismo tanto de lo real como de lo irreal. Ser es ser otro, ser contrario. Su lógica está abierta a todas las lógicas. La unidad nunca es completa, porque ha de estar referida a la totalidad. Sintetizar es imposible, porque "tal vez sólo los dioses puedan sintetizar".

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