Torear es así
Estábamos en qué es torear, a estas alturas aún, medio siglo después de que Belmonte dijera cómo. Estábamos en qué es torear -según algunos, pases sueltos con su aderezo de agitación y pico; según otros, Don Tancredo con un trapo- cuando subió ayer Joselito al encerado y explicó que es así, el toro traído hacia el terreno del torero, el torero ganándole terreno al toro: encuentro, armonía, dominio.Hubo un grito en el tendido: ¡Antoñete, aprende de tu nieto!". Qué va a aprender Antoñete, si es el Catón. Pero alguna verdad subyacía en aquella frase hiriente: Joselito sí es nieto de Antoñete, nieto ideológico, aprendiz de sus enseñanzas, admirador de su honesta ejecutoria, imitador de su hombría torera.
Torrealta / Antoñete, Mora, Joselito
Cinco toros de Torrealta y 1º de Paloma Eulate, bien presentados, flojos, mansurrones. Antoñete: dos pinchazos, media trasera atravesada y descabello (protestas); estocada corta delantera baja y descabello (bronca). Juan Mora: bajonazo escandaloso y descabello (palmas); tres pinchazos escandalosamente bajos y media estocada baja (silencio). Joselito: estocada (petición, ovación y dos salidas al tercio); pinchazo, otro hondo, rueda de peones -aviso con retraso- y descabello (vuelta).Plaza de Las Ventas, 27 de mayo. 15ª corrida de feria.
Antoñete está en el toreo de Joselito, igual que estuvieron en todos los toreros de calidad los verdaderos maestros en tauromaquia. No está Antoñete en los crispados que ratonean simulando ciencia, ni está en los dontancredos con un palo, ni está en los pegapases, ni está en los tremendistas.
Afortunadamente no está en esos pelotones de mediocres porque nunca fue mediocre ni lo es en el ocaso de su vida torera. Nada más fácil para un veterano lidiador que recurrir al toreo sucedáneo para que se conmueva la galería, si el corazón ya no le deja parar-templar-mandar, que es la esencia del toreo y su máximo riesgo. Antoñete no quiso hacerlo porque su deber de maestro es desvelar esa esencia, y si no puede, suspende el discurso y acepta el veredicto. Así hubo de hacer ayer, cuando le desbordaban las embestidas, y por eso nadie con sensibilidad puso en cuestión su dignidad torera.
Antoñete sigue siendo un ejemplo para todos los que abrazan su oficio. Distinto es que cuantos abrazan su oficio lo hagan para interpretar con pureza la verdad del toreo. Juan Mora, que ha interpretado muchas veces esa verdad, ayer era un diestro bloqueado por la afectación, ventajista, de los que citan de costadillo, meten el pico y todo lo demás. Le preocupaba componer posturas, sin entender que la postura es consecuencia natural de la ejecución de las suertes y no la ejecuación de las suertes consecuencia de la postura. Ponía Juan Mora la cadera ahí, el brazo allá, el mentón acá, todo muy plástico, pero el toro se quedaba sin torear.
Joselito banderilleó vulgar y los aficionados de la andanada ocho, que son la auténtica reserva espiritual de la primera plaza del mundo, se lo dijeron a las claras: "¡Muy mal, muy mal!". Al resto del público, en cambio, le pareció muy bien, muy bien, y aplaudía.
Después Joselito toreó como los ángeles y el resto del público aplaudía con el mismo calor, lo cual ha de significar que no está demasiado al tanto de los entresijos de este arte sutil. Los aficionados, en cambio, tomaron nota de la técnica bien aprendida, del temple, de la ligazón con que Joselito toreó a sus dos toros. Eran toros tardos, y tiraba de ellos; eran cortos de embestida, y excitaba su escasa codicia embarcándolos con suavidad y temple.
Su primera faena, coronada con un estoconazo a ley, fue perfecta de construcción. La segunda, perfecta de construcción y, además, armoniosa, bella, impecable en los naturales -¡los mejores de la feria!-, que abrochaba con pases de pecho y ayudados hondos; enriquecida mediante un amplio repertorio de suertes clásicas, que eran los engarces precisos para conjuntar la acabada creación del toreo auténtico. Y todo ello, desde la naturalidad, desde la difícil facilidad.
Torear es así, dijo Joselito, y firmó.
Babelia
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