La reforma devora al gran reformador
La obstinación de Kadar en seguir en el poder empañó el balance globalmente positivo de su gestión
"El balance de los 32 años de poder indiscutido de Janos Kadar es básicamente positivo". Esta afirmación procede de Imre Poszgay, presidente del Frente Popular Patriótico, el hombre que en los últimos años más abiertamente ha solicitado al anciano secretario general que se retirara de la vida pública y no siguiera entorpeciendo la aplicación de reformas imprescindibles. La mayoría de los húngaros piensa de esta forma, si bien muchos habían perdido la paciencia ante la senil obstinación de Kadar a seguir en la jefatura del partido.
Kadar llegó al poder en circunstancias aún no del todo aclaradas. Su papel en los días de la agudización de la crisis y las protestas nacionalistas y del levantamiento en octubre de 1956 nunca ha sido revelado en Hungría. Todo parece indicar que Kadar se llevará el secreto a la tumba. Unos dicen que preparó con el entonces embajador soviético en Budapest, Yuri Andropov, la invasión y la represión del levantamiento. Otros aseguran que Kadar se encaramó a un proceso ya irreversible para colmar sus ambiciones de poder.Otros afirman, no sin argumentos, que Kadar fue un auténtico patriota que, consciente de la realidad geopolítica y de la tragedia que amenazaba a la nación húngara de dejar en manos de viejos estalinistas la "normalización" que la URSS exigía incondicionalmente, asumió la ingrata tarea de realizaría él, cosechando los odios de sus compatriotas.
La actitud general de la población hoy día, 32 años después de aquellos sangrientos sucesos, es la de otorgar a Kadar el beneficio de la duda. Pero, sobre todo, se considera que su actuación después de concluida la represión, con un feliz encauzamiento de la reconciliación nacional y una liberalización sin precedentes ni paralelismos en el este de Europa, compensa su traición a una causa, por otra parte perdida desde un principio.
"Contra mí o conmigo"
Kadar es un comunista de la vieja escuela, marcado por la clandestinidad y por la cárcel. Es, sin embargo, también un hombre enraizado en la cultura centroeuropea y ha estado siempre muy por encima del simplismo, la zafiedad y la falta de escrúpulos de tantos dirigentes comunistas de su generación en Europa oriental.Pocos años después de llegar al poder, pronunció su célebre frase: "Quién no está en contra de mí, está conmigo". Estas palabras se convertirían en el lema de la reconciliación húngara y supone por su carácter integrador un cisma en la tradición sectaria del comunismo en su época de expansión de la posguerra.
En 1968, en el mismo año que los tanques soviéticos entraban en Praga, Kadar dirigía los primeros pasos hacia la reforma del socialismo. Con el economista Reszö Nyers como cerebro de la primera gran reforma económica en un sistema socialista, Hungría daba la espalda al monopolio de la propiedad estatal, abría un margen para la iniciativa privada y encauzaba una reestructuración general de la agricultura que pronto habría de dar resultados, ofreciendo un mejor abastecimiento de alimentos en toda la comunidad socialista.
En 1974, Kadar tuvo que frenar las reformas y marginar a Nyers, por las suspicacias soviéticas. El Kremlin bajo el nada imaginativo Leónidas Breznev veía en la reforma húngara "elementos capitalistas". Se abre entonces un paréntesis de varios años en el proceso de reformas, al que algunos, como Poszgay, Nyers y otros muchos de los nuevos dirigentes, ahora ya sólidamente en el poder, ven como el origen de los actuales y muy graves problemas económicos de Hungría. Estos problemas han creado una profunda crisis de credibilidad del régimen.
En su frontera con Austria, un país neutral, al que le unen profundos vínculos históricos, Hungría dejó pronto de tener una frontera de "guerra fría". Las necesidades del desarrollo industrial húngaro tenían aquí un socio mucho más atractivo que los vecinos miembros del Comecon (mercado común socialista). Pronto el tándem Kadar-Kreisky comenzó una política de distensión que alcanzó resultados insólitos cuando en otros países socialistas el contacto con Occidente estaba plagado de cortapisas.
La frontera se hizo permeable y comenzaron a llegar los turistas de Occidente, una fuente de ingresos irrenunciable ya para Hungría. Se facilitaron trámites de viaje y estancia, comenzó a venderse la prensa extranjera, se intensificaron los contactos.
Janos Kadar es el primer líder comunista que desde un pequeño país, y bajo el atento control de la superpotencia soviética, tuvo el valor de buscar fórmulas para perfeccionar un sistema al que no quería renunciar, pero cuya pureza dogmática le era menos preciada que el modesto bienestar de sus compatriotas.
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