Un trofeo fácil
Hasta la detención y posterior extradición a Estados Unidos del capo hondureño Juan Ramón Matta Ballesteros, ocurridas en abril pasado, no había habido cacería más fácil que la de Carlos Lehder.
Protegido por los traficantes colombianos de marihuana y cocaína durante años Lehder pasó a ser una gran amenaza para el cártel de la droga. Cada vez que, vestido con traje de fatiga, hablaba a la Prensa nacional e internacional desde algún lugar de la selva hacía alarde del negocio y despotricaba contra el gran enemigo de las masas: Estados Unidos. "La marihuana es para los pobres, y la cocaína para envenenar a los ricos", decía.
En las Navidades de 1986, distintas fuentes indican que Lelider estuvo involucrado, por un asunto sentimental, en la muerte de uno de los guardaespaldas de Pablo Escobar. Éste fue el último clavo en su ataúd.
Con la entrega de Lehder, los jefes colombianos de la droga extirparon un quiste maligno y los norteamericanos ganaron un trofeo). Nadie evitó el desenlace. Y Lelider jamás se percató de que había cavado su propia tumba.
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