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41º FESTIVAL DE CANNES

Dinamarca y el Reino Unido presentan dos filmes antitéticos

El filme Pelle el conquistador, del danés Bille August, y el británico Drowning by numbers, de Peter Greenaway, ofrecieron ayer dos formas opuestas de hacer y entender el cine moderno. Ambas son obras interesantes, pero la británica resulta algo recargada y fastidiosa. Al mismo tiempo, otras películas, fuera de la sección oficial se han ganado por sí solas la admiración que no les concedió, al no seleccionarlas para la competición, la organización de Cannes 88. Las más destacadas son la británica Voces lejanas, de Terence Davies, y Los modernos, del norteamericano Alan Radolph.

Efectivamente, estos dos filmes marginados, junto con No mataras, del polaco Kieslowski, que sí entra en competición y que gana cada día más reconocimiento, se han convertido en los más admirados de cuantos se han visto hasta ahora, y nadie se explica que la sección oficial haya acogido a muchas medianías mientras ha dejado fuera a los filmes de Rudolph y Davies, que de haber estado en concurso ahora estarían en los pronósticos de todo el mundo. Sorprende esta unanimidad en medio de la disparidad de criterios que aquí produce casi todo lo que ocurre.Éste es el sello de los grandes festivales: la infinidad de pequeñas batallas dialécticas que genera. Por ejemplo, Drowning by numbers, de Peter Greenaway, uno de los renovadores del cine británico, levantó ayer no pocas discusiones. Un poco hermético, y demasiado sobrecargado de estímulos visuales, lo que le hace difícil de ver, este filme derrocha inventiva y, por desgracia, también se ven en él algunas grietas: pretende, por ejemplo, transmitir humor y él mismo se obstruye esa pretensión con sus excesos de solemnidad, que es mala compañera del humor.

Cine naturalista

Más unanimidad, aunque menos acaloramiento, produjo la película del danés August Pelle el conquistador, que es un buen ejemplo de cine naturalista clásico -se inspira en una novela finisecular de Andersen Nexó, que el gran genio del cine danés Carl Dreyer quiso y no pudo filmar hace 40 años- que tiene demasiada duración: dos horas y media que fácilmente podrían quedarse en menos de dos.La unanimidad que rodea a esta película se debe probablemente a la interpretación que en ella hacen el nido Pelle Henegaard y el veterano actor Max von Sydow, que es uno de los rostros identificadores de esta edición de Cannes y cuyo trabajo en este filme le puso ayer en el primer puesto entre los aspirantes al premio de interpretación.

Creó también unanimidad la proyección fuera del concurso del documental norteamericano Querida América, un montaje de Bill Couturie, supervisado por George Lucas e ilustrado por lecturas de cartas de soldados estadounidenses desde los frentes de Vietnam, leídas por Robert de Niro, Kathleen Turner y otros conocidos actores de la pantalla.

Robert de Niro, que había anunciado su presencia para apoyar este filme, dio finalmente plantón a los buscadores de estrellas, que han de seguir conformándose con el espectáculo exhibicionistaa que hacen en La Croisette las muchachas aspirantes a serlo y a quienes nadie hace ningún caso.

Otra unanimidad: esta falta de estrellas está devolviendo la credibilidad a un festival que, como éste, la estaba perdiendo precisamente por haber caído en ediciones anteriores en el escaparatismo. Este año, aquí sólo hay actores y cineastas, es decir, artistas y profesionales que vienen a apoyar sus trabajos, y no invitados de lujo que nada traen salvo alimento para la Prensa rosa y amarilla.

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