Indignación y estupor
, El plan ha causado indignación y estupor no sólo en Hungría, donde aumenta día a día la inquietud ante la decisión de Ceaucescu de aniquilar las culturas que no encajan en sus esquemas de la Rumanía uninacional y en ruta hacia el comunismo. La erradicación de los símbolos de identidad de las minorías y también de los vínculos del pueblo rumano con su pasado ya comenzó hace tiempo, pero con este nuevo proyecto está alcanzando unos extremos que no tienen más parangón que la política de los jemeres rojos en Camboya o el exterminio de los kulakos, durante el régimen de Stalin en la URSS.
Dado que no se espera que Ceaucescu renuncie a sus planes por presiones internacionales ni protestas internas, son mínimas las esperanzas de que el proyecto megalómano del presidente rumano de "introducir cambios irreversibles" de este tipo en su país que queden como recuerdo imborrable de la "gloriosa y luminosa era del gran titán de los titanes", como lo llama la terminología oficial. La ahogada vienesa Eva María Barki, miembro de un comité de apoyo a las minorías en Transilvania, lo califica como "los comienzos de un genocidio de las mayores minorías de Europa".
Tan sólo la certeza de que Ceaucescu -a sus 76 años, y según algunas fuentes gravemente enfermo- no podrá dirigir personalmente el plan de aniquilación del medio rural hacen concebir alguna esperanza de que no se lleve a cabo.
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