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Ceaucescu quiere demoler 8.000 pueblos

Poblaciones, cementerios y monumentos serán arrasados en Rumanía para su aprovechamiento agrícola

El presidente de Rumanía, Nicolae Ceaucescu, ha ordenado la demolición de cerca de 8.000 pueblos en todo el país, en el marco de un programa para "ganar terreno de aprovechamiento agrícola". En la actualidad existen en Rumanía unos 13.000 pueblos. Para la conclusión del plan en el año 2000, la totalidad de la población rumana deberá haber sido concentrada en tan sólo 5.000 centros urbanos. Pueblos, monumentos y cementerios serán arrasados sistemáticamente para una "reordenación racional" de la población en grandes urbes.

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Indignación y estupor

Este programa prevé la demolición de todos los edificios de una planta y la construcción de torres de viviendas con al menos cinco pisos para concentrar la urbanización en el menor espacio posible y ganar, según establecen las directrices de Bucarest, unas 350.000 hectáreas que dedicadas a la agricultura podrían producir unos dos millones de toneladas de maíz. El régimen presenta este plan como una salida de la miseria de la agricultura rumana. La política megalómana de industrialización y en los últimos años la obsesión de Ceaucescu por pagar la deuda exterior para ejercer la "plena independencia" han hecho de Rumanía el único país de Europa donde se pasa hambre física. En 23 años de ejercicio del poder absoluto, Ceaucescu ha hecho de Rumanía la Etiopía de Europa.

La memoria histórica

El plan forma parte de un programa de reestructuración territorial que supondrá la destrucción de la totalidad de los monumentos históricos y populares de las minorías húngara y alemana en Transilvania y de la población tradicional rumana.Los detalles del nuevo plan de Ceaucescu para una racionalización del hábitat rumano han sido hechos públicos por la agencia húngara MTI. Hungría ha abandonado ya todas las reservas en la denuncia de la política de Ceaucescu, que afecta especialmente a los cerca de dos millones de húngaros que viven en Transilvania y componen la mayor minoría nacional de Europa. Los pormenores de este plan para arrasar los vestigios de las culturas no rumanas bajo Ceaucescu coinciden con una oleada de refugiados que llegan a Hungría procedentes de Rumanía y con una abierta denuncia de la política del presidente rumano hacia las minorías, presentada por la delegación húngara en la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Viena (CSCE). La tensión política entre Bucarest y Budapest, en escalada permanente desde hace años, ha alcanzado un grado tal que algunos observadores ven en la frontera común uno de los mayores riesgos de conflicto existente hoy día en Europa. Es la primera vez que las relaciones entre dos regímenes comunistas europeos se hallan en un estado tan crítico.

El plan Ceaucescu para hacer desaparecer las casas rurales tradicionales de todo el país es un paso más en su política hacia un "socialismo desarrollado" exento de "lastres del pasado". Uno de los primeros pasos en este sentido en el terreno urbanístico fue la demolición de grandes partes del centro histórico de Bucarest que se ha llevado a cabo desde 1984 pese a las protestas de la opinión pública internacional y de organismos de protección artística de todo el mundo.

La "política de la excavadora" en Bucarest supuso la desaparición de numerosas iglesias ortodoxas, sinagogas y otros monumentos artísticos rumanos para hacer sitio a la gran "avenida de la Victoria del Socialismo", un bulevar mastodóntico frente al "gran palacio de la revolución", que en medios populares se llama la "pirámide de Ceaucescu".

El delta del Danubio junto al mar Negro, uno de los grandes tesoros ecológicos de Europa, está siendo destruido por desecación sistemática desde hace años para su conversión en terreno laborable. Los trabajos son realizados por presos.

Más fáciles de vigilar

La concentración de toda la población en grandes urbanizaciones modernas y la destrucción del hábitat tradicional conlleva una serie de ventajas para la política propugnada por Ceaucescu. Por un lado, los habitantes de las grandes localidades son más fáciles de vigilar y forzar a trabajos comunitarios. La población queda despojada de sus pequeños jardines y huertas, hoy su única esperanza de poder contar con algunas legumbres y frutas para su consumo propio y paliar los efectos de la miseria del suministro de alimentos. Quedan así eliminados los últimos vestigios de la vida tradicional rural y sus moradores pasan a depender totalmente en su subsistencia de la distribución estatal.Se despoja además a las minorías nacionales de su entorno acostumbrado, de sus capillas e iglesias y de sus cementerios, que ya están siendo destruidos con excavadoras. No sólo desaparecen bajo este plan los cementerios antiguos y santuarios en Transilvania, sino también cementerios de uso muy reciente. Según informaciones de refugiados rumanos en Hungría, han sido arrasados ya camposantos con restos humanos de hace menos de siete años.

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