Antípodas
José Luis Gómez y Gerardo Vera son antípodas en el teatro: escueto y sobrio el uno, barroco y esplendoroso el otro. El hecho de que los deis formen parte de la cultura contemporánea muestra la anchura de conceptos del teatro, de lo que cabe en un escenario. Algunas de las interpretaciones y direcciones de Gómez y algunos de los decorados de Vera son obras maestras.Gómez está en estos momentos atravesando un gran momento con la obra ¡Ay, Carmela! Se agolpan en la memoria los recuerdos de aquel jovencito onubense pasado por Alemania que llegaba hace muchos años con dos obras adquiridas de la cultura en la que estudió: el Gaspar Hauser y Discurso para una academia; era entonces la expresión corporal y el dominio de la voz los que creaban la admiración; pero había, sobre todo, una comprensión del texto y un tejido entre palabra y actuación que deslumbraron. Ha recorrido después caminos muy diversos, ha recogido toda clase de opiniones y polémicas, y siempre hace un teatro más allá del simple consumo o de la comodidad.
Gerardo Vera incorpora una estética personal al arte de los figurines y los decorados: y es una de las principales figuras del escenografismo o forma sobresaliente de hacer de los valores plásticos una referencia fundamental del espectáculo. Como un ejemplo, el enorme monumento que construyó en el María Guerrero para El Jardin de los cerezos, impresionante creación de metal y cristales, que, aunque pareciera ajeno a la lección de Chejov de sencillez y cotidianidad, era de tal belleza que deslumbró a los espectadores. En un fragmento de los 5 Lorcas 5, que en el mismo teatro presentaron varios directores, la adecuación al texto era un cambio excelente, porque aquella escritura conectaba con su sensibilidad. También en Geografía, de Álvaro del Amo, mostró un cielo estrellado -en un estilo que ya había mostrado en otro medio, el cine, con La noche más hermosa-,un a limpieza de arena fina y unos figurines llenos de una añoranza de lo antiguo que servían a un texto de frase simple.
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