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Umbral: "Quiero ser el asesino de mi mismo

El escritor publica 'Un carnivoro cuchillo, novela sobre la violencia de dos jóvenes delincuentes

Un carnívoro cuchillo es una historia de violencia gratuita, de horror provocado por dos jóvenes delincuentes que deambulan por la ciudad ejecutando todos sus deseos. Francisco Umbral afirma haber descubierto la violencia y sus posibilidades literarias al mismo tiempo que se ha reconocido en ella. Matar o matarse son actos de libertad absoluta y sobre todo bellos. El lirismo de la violencia y de su gratuidad lo lleva incluso a fantasear con un plan perfecto para el suicidio. Como un auténtico asesino de sí mismo. Un carnívoro cuchillo ha sido publicada por la editorial Planeta.

Recostado en uno de los sofás del hotel Palace, Francisco Umbral adopta la postura -la cabeza ligeramente vuelta hacia arriba, los brazos relajados- de quien necesita aire para pensar. Cuando las palabras empiezan a salir de su boca inicia una aproximación al interlocutor que llega a veces al roce físico. Esa secuencia de movimientos se repite a lo largo de la conversación como una mecánica interna de la que probablemente sea dueño. Para pensar, huye. Para comunicar, se acerca. Toda la entrevista gira en torno a un tema: su descubrimiento de la violencia. La palabra aparece continuamente en estas declaraciones como una marca de su pensamiento, casi como una obsesión."No hay que confundir la violencia de la que yo hablo, su lirismo, con el fascismo. El fascismo es la violencia como requisito del orden, mientras que el lirismo de la violencia supone la libertad absoluta, el límite absoluto de la libertad del hombre. El hombre nunca es más libre que cuando mata o se mata. La violencia es la metáfora de la libertad. Los protagonistas del libro son dos seres libres, por eso los dejo impunes".

La impunidad de los personajes del libro es defendible porque su violencia es gratuita, porque no responde a un motivo. "El acto gratuito es la libertad gloriosa del hombre, y en este sentido puede serlo matar y puede serlo matarse. El que no sea capaz de suicidarse que no hable de libertad". Por lo que se refiere a la novela, ésta es "una novela de verdugos que, como se deja entrever pudorosamente, tienen sus motivos. No están haciendo más que devolver a la sociedad la violencia que han recibido y en la que han sido educados". En el fondo de este recurso literario y emocional a la violencia hay "un enorme descontento con todo lo que veo a mi alrededor" y el sentimiento de "una violencia social que está en mí y que mis artículos manifiestan cada vez más".

Umbral, que se siente "muy violento interiormente, pero no físicamente", cree que su estética también puede beneficiarse de esta nueva forma de ver las cosas. "En la violencia descubrimos formas, posibilidades del cuerpo humano como las descubrimos en el ballet o en el fútbol. Nuestros movimientos cotidianos son vulgares. El cuerpo alcanza su máxima belleza en el deporte, la danza y, por supuesto, en su manifestación violenta. Los asesinos desarrollan, en este sentido, unas enormes posibilidades. El crimen rompe con la estética convencional".

El descontento con el entorno y la búsqueda de formas pueden aplicarse también a la propia destrucción. Por un lado, "siento que mi violencia interior va siendo cada vez mayor y que me lleva a un encallejonamiento, como el de los toros: mayor violencia y mayor reducción del espacio vital. Esto, desde luego, puede acabar en la autodestrucción". Por otro, no admite más suicidio que el gratuito, inmotivado, el que responde a un plan de artista o de asesino, que viene a ser lo mismo. "No voy a recurrir a un suicidio violento. Tampoco lo haría por viejo o por otras razones. Tendría que ser, si llega el caso, por nada en particular. Me parece vulgar el suicidio por agresión o por enajenación. Pero el suicidio por cansancio, por spleen, es el único acto libre en la vida del hombre'.Camino a ParísY desde luego ha pensado en varios planes perfectos. "Como un asesino. Quisiera ser el asesino de mí mismo. Tengo varios proyectos, pero no voy a contarlos todos porque entonces mi familia me lo impediría. Creo que puedo contar el que más me gusta. Se trata de coger el tren Puerta del Sol, suicidarme en cuanto el tren se ponga en marcha y llegar a París muerto. Cuando el revisor se ponga a llamar diciendo que hemos llegado, que abra y que me encuentre muerto. Me parece maravilloso amanecer muerto en París". Pero de su muerte salvaría cosas, porque "hay muchas cosas que no deben morir conmigo. No libros, sino otras cosas, fetiches personales. Por ejemplo, fotos de mi madre preñada de mí en los años treinta."

Este novelista que afirma sentirse viejo "interiormente, biográficamente, porque creo que he bebido demasiado y demasiado deprisa y que he escrito demasiado y demasiado deprisa", está convencido de que algo cambia a los 50: "Me siento todavía con fuerzas o con desesperación suficiente, con violencia suficiente para cambiar. Y para sorprender". Algunas cosas ya han empezado a cambiar en su vida y en las relaciones con los otros. "Me cansa frecuentar gente de mi status. Cuando lo hago es por compromiso. Ahora prefiero reunirme con otra clase de gente. Se trata de un círculo reducido de marginales, podríamos decir, y que lo constituyen gentes que no han tenido suerte. Y lo hago porque tienen muchas más cosas que decirme que los triunfadores, el triunfo vuelve gilipollas. El triunfo corrompe, yo creo que los triunfadores están corrompidos".

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