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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La paz de Afganistán

LA FIRMA hoy en Ginebra de los acuerdos sobre la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán es uno de los acontecimientos más importantes en la vida internacional desde la II Guerra Mundial. A pesar de que siguen abiertos interrogantes sobre lo que ocurrirá en ese país en los próximos meses -no cabe descartar que se prolonguen contiendas armadas entre grupos rivales-, el compromiso contraído por Moscú supone un cambio radical en la trayectoria de su política exterior durante las últimas décadas. Por primera vez la URSS se va a retirar de un país vecino, aceptando además que en él pueda establecerse, como consecuencia de la lucha de un pueblo que tomó las armas contra los ocupantes soviéticos, un Gobierno no controlado por los comunistas.La ONU ha desempeñado un papel esencial en las largas negociaciones que han desembocado en los acuerdos de retirada, y a ella corresponderá verificar su realización. Gracias a la inteligente labor del mediador Diego Cordovez, quedaron resueltos todos los puntos sobre las condiciones y plazos de la retirada, el control, las garantías internacionales y la vuelta de los refugiados. Pero a última hora apareció un obstáculo que estuvo a punto de desbaratar el acuerdo. Y en ese momento decisivo sólo negociaciones directas entre Washington y Moscú pudieron desbrozar el camino.

Ese último obstáculo surgió cuando los norteamericanos quisieron modificar el compromiso negociado en diciembre con ocasión de la visita de Gorbachov a Washington. Según lo acordado entonces -reflejado luego por el líder soviético en sus sensacionales declaraciones del 8 de febrero-, la URSS no condicionaba su retirada militar, a lo largo de 1988, a la naturaleza del Gobierno que se estableciese en Kabul. A cambio de ello, Estados Unidos cesaría sus envíos de armas a las guerrillas. Pero los norteamericanos introdujeron a posterior otra demanda: la URSS debería cesar asimismo su ayuda al Gobierno que detenta el poder en Kabul. Es decir, EE UU exigió la simetria entre las relaciones de la URSS con un Gobierno legal, reconocido por la ONU, y sus propias relaciones con las guerrillas.

La URSS ha hecho una concesión seria al aceptar la simetria, si bien en sustancia ese paso no hace sino reforzar el carácter "incondicional" de la retirada, gobierne quien gobierne en Kabul, tal como ya había proclamado Gorbachov en febrero. Pero el líder soviético ha tenido que emplearse a fondo para convencer a Najibulá de que aceptase esta nueva condición. Estados Unidos también ha hecho una concesión que disgusta a los ultras de Washington: ha firmado los acuerdos de Ginebra a pesar de que la resistencia musulmana los rechaza. Ambas concesiones denotan que se ha manifestado cierta coincidencia entre las dos superpotencias. En el trasfondo está el hecho de que si la URSS acepta que los comunistas puedan perder el control del Gobierno afgano, EE UU no está interesado en que, mediante unas guerrillas dominadas por el fundamentalismo islámico, Irán extienda su influencia hacia Afganistán. De momento, al mediador de la ONU corresponde preparar un "Gobierno de transición", con la participación, en principio, de todos los sectores del pueblo afgano.

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En los avatares del acuerdo lo más importante no son los textos firmados, sino ese papel decisivo que desempeña la negociación directa entre la Unión Soviética y Estados Unidos. A despecho de la fuerte presión de un sector del reaganismo, los norteamericanos no han utilizado a fondo su apoyo a las guerrillas para imposibilitar a la URSS salir del atolladero en el que está metida. En cuanto a la actitud soviética, Gorbachov ha evidenciado que la política de perestroika necesita de modo prioritario un clima internacional distendido y, sobre todo, la mejora de las relaciones con Estados Unidos para superar conflictos y lograr nuevos pasos de desarme.

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