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Angeles

Quizá sea Rafael Alberti la primera autoridad sobre ángeles que hay en este país, incluso por encima de monseñor Suquía, porque si es cierto que el hábito no hace al monje, tampoco la profesionalidad religiosa garantiza el saber acerca de lo sobrenatural. Pero acabo de recibir una pequeña lección sobre los ángeles a cargo de Wim Wenders en su película Cielo sobre Berlín, y aunque sigo emocionado por la belleza de las imágenes y las palabras, de la trastienda de mi espíritu llega una música plebeya que trata de irrumpir como un ruido. Esa música plebeya es la canción de Machín Angélitos negros y su tesis fundamental: "Pintor, pinta angelitos negros, porque también irán al cielo todos los negritos buenos"..Hermosa la historia de Damiel, el ángel que por amor reclama la condición humana con toda su contingencia. Hermosa y verosímil porque la chica se lo merece: es angélica, es acróbata y está como Dios. Me duele que el muro de Berlín llegue hasta el cielo y Wenders haya situado la historia en Berlín Occidental, dando al momento de la reencarnación del ángel un valor espacial exclusivista: los ángeles sólo pueden enamorarse de acróbatas occidentales y reencarnarse en Occidente. ¡Qué gran oportunidad ha perdido Wenders de demostrar que los ángeles están por encima de la división en bloques! Situar la historia en Berlín Oriental tal vez habría suscitado problemas de permiso de rodaje, pero con los vientos de perestroika que circulan el propio Alberti le hubiera podido escribir un poema de recomendación a Wenders para que los secretarios generales socialistas y surrealistas le hubieran puesto todos los' timbres y todas las pólizas.

Si esta historia de ángeles se hubiera dado en cualquier otro cielo no habría despertado mi suspicacia, sino simplemente mi admiración. Pero Berlín es excesivamente simbólica, y si hasta los ángeles toman partido en la guerra de las galaxias y prefieren ser mortales en Berlín Occidental que en Berlín Oriental, reconozcan que hay motivos para un esencial pesimismo.

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