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Un país donde todo ocurre con varios años de retraso

¿Es, esta "fea Austria" realmente el país al que regresé con entusiasmo en 1945 procedente del exilio? La crisis de Estado ya no puede descartarse. Analicemos los orígenes de esta tristísima evolución. Austria se ve inundada por la ola del neoconservadurismo que afectó a Occidente en los años ochenta. En la comunidad occidental ya está de nuevo en decadencia, pero por todos es sabido que en Austria todo sucede con varios años de retraso.A diferencia de los países de Europa occidental afectados, en Austria este neoconservadurismo adquiere formas ideológicas, en un pensamiento restaurador. El neoconservadurismo de Ronald Reagan, ya moribundo, tenía una orientación fundamentalmente económica; el escándalo de Bitburg y su eco en EE UU lo demuestra.

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En Austria, sin embargo, tiene lugar hoy un revisionismo, una reinterpretación de los años 1938-1945, que tiene paralelismos con el pensamiento revisilonista existente en la RFA, por ejemplo en el debate de los historiadores sobre el carácter único del genocidio nazi.

El revisionismo austriaco tuvo su comienzo con el escándalo que supuso el recibimiento oficial otorgado por el entonces ministro austriaco de Defensa, el criminal de guerra Walter Eder, al ser puesto éste en libertad en 1985. En potencia, esta tendencia existía en Austria -víctima y verdugo al rnismo tiempo- desde el final de la guerra. Ahora, desde la elección de Waldheim con su propaganda electoral dirigida a los círculos más derechistas, es ya pública y ha apestado el ambiente austriaco.

Con esta elección, Austria se ha convertido en otro país. Con rapidez vertiginosa se ha hecho dueña del país la impresión de que "ya se puede otra vez". El antisemitismo muestra su repugnante mueca; las asociaciones de veteranos se envalentonan; Austria vuelve a ser "parte de la historia alemana". Incluso en la jerarquía católica se perciben estas nuevas y tristes tendencias. La transformación es general.

Por supuesto que en el extranjero se percibe que están cambiando aspectos fundamentales de Austria. Y en el interior se acusa al exterior, a "ciertos círculos", de una agresión. Así se produce la escalada. La mayor parte de la Prensa austriaca ha cooperado con afán en crear esta tensión, en avivar las nocivas tendencias. Los círculos de extrema derecha cada vez tienen más espacio en estos medios.

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A mí me ha sorprendido menos que a otros esta evolución. Ya en mis memorias, El arte de ser austriaco, aludía a ciertas tendencias en Austria que siempre me preocuparon desde mi regreso del exilio. Que su resurgir se haya producido tan de repente y con tal violencia me asusta. ¿Y ahora qué? ¿Crisis de Estado, estado de excepción? Por suerte, también hay fenómenos positivos en la actualidad de este país.

Aprender del pasado

También hay una nueva Austria que intenta aprender las lecciones que nos han deparado los últimos 70 años, desde el desmoronamiento del imperio austrohúngaro. Tenemos un hombre de Estado con claro y sobrio pensamiento a la cabeza del Gobierno con Franz Vranitzky. Es un rayo de esperanza. Los ojos del mundo están puestos sobre Austria. Existe un acuerdo de Estado sobre el que se basa la soberanía austriaca y numerosos compromisos internacionales. ¡1988 no es 1938! Habrá que deshacerse de Waldheim, lo que saneará y tranquilizará la atmósfera política austriaca. La gente decente de este país podrá entonces quizá recuperar el valor para enfrentarse a otros problemas que hoy parecen irresolubles.

Algunos creyeron que el debate sobre Waldheim se agotaría por sí mismo. Hoy se ve que no es así. Los países occidentales se mantienen distantes de Austria. Si Waldheim, se queda aún algún tiempo, preveo que Viena va a perder su papel como foro internacional.

Todos los esfuerzos por hacer de Viena la tercera capital de las Naciones Unidas habrían sido baldíos. A alguno quizá le compense el tener a Waldheim de jefe de Estado. Espero que Austria vuelva a ser ella misma. Lo contrario sería una pena para este país, tan tendente a no aprovechar sus ocasiones, a expulsar a sus talentos y a ofrecer sus tesoros a falsos ideales. Estoy muy preocupado por Austria, pero aún tengo esperanza.

Hans Thalberg diplomático de origen judío, ha sido embajador de Austria en Washington, México, La Habana y Pekín. Tuvo que huir de su país en 1938. Es autor de El arte de ser austriaco, libro fundamental para comprender la historia contemporánea de su país.

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