Un caballero
José Manuel Caballero Bonald es un caballero de humor inquebrantable porque anda sobrado de sabiduría. Las ve venir de todos los lados y él sigue invariable como un personaje que hubiera heredado la luz difusa que comparten los ojos de los personajes del Greco y de Velázquez. Aunque lo más natural hubiera sido que su procedencia le hiciera exuberante, no hay manera de encontrar en él otra cosa que el gesto mesurado y amable de los caballeros del Sur que han visto crecer los caballos en prados repletos de aceitunas jóvenes. Su literatura, por esa combinación que se ha instalado en su mirada, sabe a arena de las marismas. También hay un indefinible gusto a tierra, sobre todo en algunas márgenes de su Ágata, una de los libros más misteriosos y telúricos de la literatura española de los últimos veinte años.Habla muy poco de sí mismo, lo cual le convierte en una obsesión en medio de la verborrea nacional, y cuando ha de referirse a los demás lo hace con el respeto de quien está acostumbrado a ver la última respiración de los peces fuera del agua. Es decir, con muchísimo respeto. Aunque el silencio parece formar parte de su personalidad adusta, Caballero Bonald es un hombre acostumbrado a reír en la tertulia, mientras fuma en boquilla negra un cigarrillo interminable que ya forma parte del ámbito cálido de su cara de marinero tranquilo. No se le puede perturbar mientras escribe y por eso acaso su prosa tersa y su poesía exacta aparecen también con el aire imperturbable de quien siempre estuvo dotada la belleza.
Babelia
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