_
_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pujol, pistolas y aviones

EL PRESIDENTE de la Generalitat de Cataluña, Jordi Pujol, ha criticado abiertamente en su viaje a Italia la política española en materia de defensa y alineamiento geoestratégico. Es la primera vez que se produce un pronunciamiento de este género, lo cual rompe el tradicional acatamiento del presidente catalán -en su condición de tal, no en tanto que secretario general de un partido- a la política exterior española.Todos los indicios apuntan a que esta grave ruptura se produce como consecuencia de una previa batalla de las pistolas de tono menor e inconsistente. Hasta ahora, el presidente del Gobierno autónomo catalán venía realizando sus viajes al extranjero protegido por su propia guardia armada, los Mossos d'Esquadra, con conocimiento, por lo menos, de las autoridades de seguridad y de aduanas, sin que se generase problema alguno. Ahora el Gobierno ha puesto punto final a esa costumbre, alegando que los trámites burocráticos imprescindibles habían sido vulnerados. Nadie ha explicado convincentemente, sin embargo, por qué el Gobierno ha roto precisamente ahora ese hábito, ni si podría haber restaurado la legalidad de los trámites por la vía del diálogo sin provocar un conflicto innecesario y bastante estúpido.

La reacción de Pujol, desde siempre muy sensible a los atributos exteriores, ha sido fulminante. Hasta el punto de que difícilmente puede desvincularse la batalla de las pistolas de la guerra de los aviones abierta en Italia por el político nacionalista, al declarar que el rechazo del Gobierno a la permanencia de los F-16 en suelo español equivale a una desafección de España a sus aliados de la OTAN.

No debería olvidar Pujol tan fácilmente su condición de alto representante del Estado cuando viaja al extranjero. La Generalitat es parte de ese Estado, es el Estado mismo en Cataluña, y la Constitución le atribuye amplias competencias, entre las que, sin embargo, no figura la política exterior, que corresponde en exclusiva al Gobierno. Pero además no es el político nacionalista el más indicado para reclamar coherencia en las cuestiones relacionadas precisamente con la Alianza Atlántica. Con ocasión del referéndum sobre la permanencia de España en la misma, el nacionalismo conservador en Cataluña, que no se pronunció oficialmente, mantuvo bajo mano una activa campaña por el no. Antepuso así a sus convicciones atlantistas y a una cuestión de las de Estado -sobre la que mantuvo un silencio estremecedor- sus intereses a corto plazo de erosionar al Gobierno simplemente porque éste era socialista.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Los propios aliados democristianos de Pujol pugnaron entonces sin éxito por lograr que se definiese con precisión. Para ello consiguieron que el presidente de la República Italiana, Francesco Cossiga, tratara de convencerle. Quizá por eso Pujol haya querido ahora, no casualmente en terreno italiano, presentar excusas por sus malabarismos de entonces.

Sería preocupante que este episodio constituyera la señal de partida de un rotundo cambio de la estrategia seguida hasta ahora por el nacionalismo catalán conservador, construida sobre el doble eje del acuerdo en las grandes cuestiones de Estado y la sistemática oposición y crítica a la política autonómica socialista. Si un trámite burocrático relativo a guardaespaldas se convierte en problema de alta política internacional, aviados estamos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_